27 de septiembre de 1996

LA RECUPERACION UNIVERSITARIA



El Norte de Castilla, 27 de Septiembre de 1996



No como algo convencional, sino porque la importancia y el interés del momento invitan a ello, parece aconsejable aprovechar el inicio del nuevo curso académico para alentar la reflexión en torno a algunos de los grandes temas que en la actualidad marcan el rumbo del panor­ama universitario, y a los que la sociedad no debe permanecer indiferente, por más que con frecuencia cuanto concierne a la Universidad resulte confuso o difícil de entender para quien no se encuentra en continuo contacto con tan complicada realidad. Y, sin embargo, nadie podría dejar de reconocer hasta qué punto las cuestiones universitarias siguen incidiendo de lleno en aspectos esenciales de la vida de una comunidad, algunos de tanta trascendencia como los que se relacionan con la formación integral del ciudadano, con el avance de la investigación científica o, en fin, con la formulación racional de ideas, propuestas y aportaciones que, surgidas de un debate crítico, permanente y en equipo, tratan de crear el marco idóneo que haga posible la mejora de las condiciones de vida y el logro de mayores cotas de bienestar y desarrollo, sólo alcanzables a partir de la evolución libre del pensamiento en todas las ramas del saber y en la doble vertiente - teórica y aplicada- que lo identifica.


Si, en general, estos objetivos definen a lo largo del tiempo el horizonte hacia el que intencionalmente se ha proyectado la misión de la Universidad, urge enfatizarlos de nuevo en unos momentos en los que no son pocas las opiniones que cuestionan la misión que ha de desempeñar, al haber quedado desvaída en un ambiente repleto de deficiencias y contradiccio­nes, causantes del deterioro de su funcionalidad y, lo que es peor, de su pérdida de crédito para afrontar con eficacia los problemas en que se halla sumida la sociedad a la que ha de servir.


En realidad, esta corriente de opinión, suscitada dentro y fuera de la Institución, va cobrando en los últimos años una sensible resonancia a medida que la rotundidad de sus planteamientos, propensos a la imputación indiscriminada, hace mella en un segmento importante del conjunto social, muy sensible, por lo demás, a la crítica generalizada y a los reproches que tan menudo se hacen en relación con su aparente inadecuación a los cambios del entorno, a la lentitud de su capacidad de respuesta, a los inconvenientes de la masificación o la existenca de pautas de funcionamiento poco permeables a los fecundos estímulos de la competen­cia. A partir de este diagnóstico, trata de justificar las posturas a favor de la decadencia y empobrecimiento inexorables de la Universidad pública, entendida como un ejemplo elocuente de obsolescencia e inepta, por tanto, de cumplir a plenitud con esa misión que le ha sido consustancial desde su mismo nacimiento.


En su defecto, parece llegado al momento propicio para la búsqueda de estilos universitarios alternativos, que contrarresten el modelo declinante y permitan satisfacer las necesidades planteadas bajo las premisas acuciantes de la competitividad en un espacio óptimo de relaciones, intereses e influencias, libre ya, por tanto, de los condicionamientos y servidumbres observados en el complejo académico tradicional. Así se justifica, pues, esa presunta renovación que está teniendo lugar en la nueva oferta de estudios de alto nivel, donde, bajo un panorama publicitariamente regido por el signo homogeneizador de la calidad y la innovación, se perciben, empero, indicadores que no invitan a una valoración uniforme­mente positiva.


No en vano, junto a realizaciones ya consolidadas y con un prestigio que nadie discute, en el elenco de las nuevas "Academias" afloran iniciativas que dejan bastante que desear, bien porque resultan inspiradas en fundamentos poco congruentes con lo que siempre se ha entendido por el espíritu y el talante universitarios o, lo que es peor, porque arteramente se amparan en el crédito que las aportan ampulosas denominaciones como único soporte de su pretendida consistencia. Entiéndase bien: de ninguna manera mi posición se decanta en contra de los Centros universitarios privados cuando éstos están bien concebidos y son respetuosos de los valores que simbolizan los requisitos básicos, irrenunciables, de la enseñanza superior. En el contexto actual, y con la Ley en la mano, es lógico que también el binomio público-privado pueda servir para dar entidad al sistema universitario español, cada cual con sus especificidades pero ambos sujetos al cumplimiento de análogos objetivos y parejas responsabilidades.


Sentado este principio de mutuo reconocimiento, la cuestión estriba en estar alerta a fin de evitar la aparición de desequilibrios que amenacen con poner en tela de juicio el significado de la Universidad contemplada como servicio público y abierta a toda la sociedad, sin más limitaciones que la falta de idoneidad intelectual para acceder a ella y la ausencia de esfuerzo para beneficiarse de sus contribuciones. Pues lo cierto es que, pese a todas las críticas que pudiera hacerse y admitiendo que en buena parte su dinámica interna adolece de problemas preocupantes, no es fácil encontrar modelos subsidiarios con capacidad y garantía para ejercer a largo plazo una labor tan compleja y arriesgada, en la que la docencia y la investigación pluridisciplinar se entreveran en el seno de estructuras organizativas que, cuando se desarrollan bien y aprovechan con eficiencia los importantes instrumentos puestos a su disposición, arrojan un balance satisfactorio que dificilmente podría alcanzarse de otra manera. Admitiendo que las situaciones óptimas jamás existen, parto de la convicción de que la Universidad, entendida de este modo, debe seguir siendo considerada como el pilar esencial en el que se asienta la fecundidad intelectual y científica de un país, sin que existan sucedáneos que puedan neutralizar o eclipsar sus intrínsecas potencialidades.


Ahora bien, no parece fácil el cumplimiento pleno de este compromiso, con todo lo que ello representa con vistas a la etapa de recuperación deseable, si no se adoptan con energía las medidas encaminados a facilitarlo en un período de tiempo que en modo alguno puede ser prolongado. Son medidas que nacen no sólo del conocimiento críitico de la realidad sino del más elemental sentido común, apoyadas en el margen de maniobra de que disponen las propias Universidades, que se erigen así en las artífices del proceso de cambio, una vez comprobado el desinterés que los responsables políticos a escala nacional manifiestan por el tema universitario, ausente por completo de los debates y mero convidado de piedra en los principales campos de preocupación que galvanizan desde hace tiempo la atención del país.


De este modo, paralizada la necesaria readaptación de la Ley de Reforma Universita­ria, el terreno de las decisiones se corresponde con la voluntad de que puedan hacer gala quienes, conscientes, por la responsabilidad que ostentan, de los problemas planteados en su esfera de actuación y merced a la autonomía que se les reconoce, posean la autoridad y la firmeza para llevarlas a cabo en el sentido más conveniente, siempre en el sentido del robustecimiento de un prestigio aquejado de síntomas patentes de debilidad. Nadie ignora que el enfoque en esta dirección forma parte ya del planteamiento estratégico de algunas Universidades españolas, incursas en una carrera a favor de la renovación de la que depende su futuro y su posición en un concierto fuertemente concurrencial. Con todo, la sistematización de las pautas a seguir se impone por encima de cualquier visión apresurada o fragmentaria, que palíe parcialmente un problema para dejar otros muchos irresueltos.


De ahí que, en aras de la coherencia pretendida, todo propósito de recuperación de la Universidad pública sea indisociable del logro de resultados sólidos en dos esferas capitales de la vida universitaria: de un lado, la de la calidad y la búsqueda de altos niveles de excelencia, mediante la aplicación de sistemas rigurosos de evaluación, referidos tanto a la calidad de la enseñanza como a la selección efectiva del alumnado, sin olvidar la asunción de los desafíos planteados en el campo científico por el celebrado Manifiesto de El Escorial; y, de otro, qué duda cabe que la introducción de mecanismos de racionalidad en la configuración de la oferta docente, en la concreción del "mapa de titulaciones" en el ámbito de la región o en los criterios objetivos de financiación acabará imponiendo a la postre una nueva lógica en el comportamiento de la vida universitaria, a sabiendas de que de ella siempre dependerá una parte sustancial del peso específico de una comunidad en el entorno de relaciones en el que inexcusable­mente se inserta.

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