16 de diciembre de 2002

La importancia del conocimiento del tiempo y del espacio en la formación de la juventud


Este texto corresponde a la intervención realizada, por encargo de la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León,  con motivo de la presentación del "curriculum" de Ciencias Sociales correspondiente a la Enseñanza Secundaria Obligatoria y Universitaria.  Fue pronunciada en el Palacio de los Serrano de la ciudad de Ávila y distribuida posteriormente a los asistentes 



El motivo que nos convoca en este acto posee una indudable trascendencia. No significa sólo la culminación de un proceso técnico, construido sobre unos cimientos predeterminados y encaminado formalmente a la configuración del curriculum que ha de orientar la enseñanza secundaria en Castilla y León y llevado a cabo en un ambiente proclive a la coordinación de esfuerzos, enfoques y perspectivas, sino que, ante todo,  representa el comienzo de una nueva etapa, repleta de desafíos y de compromisos, y también entendida como aquélla en la que es necesario sentar las bases de un sólido proyecto de futuro al servicio de los intereses, del prestigio y de la formación integral de los ciudadanos de nuestra Comunidad Autónoma en los niveles educativos de referencia. 
Bastaría para percatarse de ello traer a colación la  idea de Bertrand Russell cuando señala “todos los pasos que se acometan, y con conciencia de lo que representan para el futuro, en el campo de la educación, siempre serán pasos en la dirección adecuada, en la dirección que lleva a una sociedad a labrar su futuro con la fortaleza que proporcionan las ideas cuando éstas se muestran sensibles con la realidad a la que han de servir”. Estas palabras, escritas a mediados del  siglo pasado, siguen manteniendo su plena vigencia, entre otras razones porque, más allá de las modas y de las innovaciones que progresivamente han ido perfeccionando los métodos aplicados a la enseñanza, la educación entendida como la transmisión de los saberes a través de la relación profesor-alumno sigue fiel a los mismos principios y a idénticas fundamentaciones.
Sin embargo, es evidente que el ejercicio de la función docente no puede permanecer ajeno a los numerosos desafíos que implican los cambios en el panorama en el que ha de ser llevada a cabo. Vivimos una época realmente crucial en este sentido, época de transformaciones aceleradas en todos los sentidos y desde todas las perspectivas. Particularmente tres son, en mi opinión, los aspectos que están influyendo más directamente en la reorientación de la labor educacional: de un lado, la acumulación de conocimientos, que derivan de los avances en el desarrollo del saber hasta el punto de que su actualización y asimilación se convierten en un compromiso permanente para quienes por exigencias profesionales deben proyectarlos en el proceso formativo; de otro, la irrupción de las nuevas tecnologías, que han modificado sustancialmente los procedimientos y los modos de trabajo, facilitando su nivel de eficiencia y su capacidad de sistematización, al tiempo que ha favorecido una concepción del mundo mucho más próxima y solidaria; y, por último, no cabe duda que la globalización, con todas las connotaciones y posibilidades que ello representa, ha provocado asimismo la aparición  de ideas y de planteamientos, hasta hace poco desconocidos, que ponen al descubierto las fuertes interdependencias entre las sociedades y la dimensión planetaria de los fenómenos. Insistir en el significado de estas circunstancias y de lo que representan en la orientación de las actividades educativas se convierte en una necesidad incluso cuando se trata de abordar las directrices que deben tener los principios inspiradores de la educación en ámbitos como el que ahora nos ocupa.
Tal es el motivo por el que no ha podido ser entendido de otro modo el compromiso de llevar a cabo un nuevo diseño y configuración del curriculo de la ESO y del Bachillerato para los alumnos y alumnas de la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Y aunque es cierto que su  aplicación no está exenta de dificultades  y que el logro de los resultados satisfactorios que se pretenden está  inevitablemente ligado a la motivación del profesorado y a la disponibilidad de los recursos que lo hagan factible, no hay que ignorar tampoco que los pilares para que estos fines se conviertan en realidad operativa y fecunda están plenamente garantizados por los objetivos que lo inspiran y por los contenidos que específicamente los desarrollan.
En esta reflexión parece justificado resaltar el papel desempeñado por el conjunto de materias que conforman el campo de las Humanidades. A nadie se le oculta la importancia que sin duda poseen estos saberes en la formación integral del alumnado. No en vano el equilibrio entre la enseñanza científico-técnica y la de carácter humanístico constituye una de las premisas esenciales cuando se trata de alcanzar, con criterios rigurosos y efectivos, el desarrollo de la personalidad del alumno, evitando posturas reduccionistas o simplificadoras que deriven en una visión carente de esa visión integradora de la realidad  que se pretende con la Educación Secundaria, concebida como una sólida plataforma sobre la que asentar la trayectoria educativa posterior.
Reconocido, por tanto, el alcance de la vertiente humanística que impregna el diseño curricular, se trata de poner en evidencia, y abiertos al espíritu crítico y a la independencia de criterio que ha de inspirar su aplicación, cuáles han sido fundamentalmente los principios que han sustentado su formalización o concreción en la estructura de contenidos finalmente planteada. Y es que, más allá de las particularidades que cada Area encierra y que explícitamente se subrayan de manera respectiva, la metodología utilizada nos permite llamar la atención sobre aquellos puntos o principios rectores que, a modo de hilo conductor y con una finalidad decididamente articuladora del conjunto, aparecen presentes en los distintos campos en que se desglosa el complejo y al propio tiempo coherente campo de las Humanidades. Admitiendo la imposibilidad de efectuar aquí una enumeración exhaustiva de los planteamientos que sustentan el diseño curricular desde el punto de vista humanístico, me limitaré a dejar constancia, a modo de muestra y de forma sucinta, de aquéllos que ejemplifican el sentido de la iniciativa llevada a cabo: 

-          Se ha tratado de lograr una visión actualizada y coherente de los aspectos que caracterizan y definen la complejidad del mundo contemporáneo desde las diversas perspectivas del conocimiento, entendiéndolo como el resultado de las interacciones que se dan entre la sociedad y el entorno, y al propio tiempo como el reflejo de los contrastes que derivan de la evolución histórica, de las desigualdades en los niveles de desarrollo y de los comportamientos culturales.
-          Este conocimiento se apoya a su vez en el fomento de actitudes centradas en los valores de tolerancia, solidaridad y respeto a la diferencia, necesarios para comprender la integración que se produce entre perspectivas complementarias,  que se enriquecen mutuamente y que van desde la escala local, más inmediata, hasta los escenarios que revelan la dimensión y el impacto de los procesos globalizadores. En este mismo sentido, cobra fuerza el empeño en afianzar el reconocimiento de los valores inherentes al sistema democrático y al Estado social de Derecho, como expresión de una perspectiva ética de los comportamientos que centra su atención en el significado de los derechos y libertades individuales y en las exigencias del deber moral.
-          Especial interés se asigna también a la voluntad de estimular el desarrollo de la competencia y capacidad comunicativa a través del aprovechamiento de  las ventajas de formación que, apoyadas en las inmensas posibilidades del lenguaje, permitidas por la lengua castellana, las lenguas clásicas y las lenguas extranjeras, se vinculan  con la realización de tareas de comunicación, indispensables cuando se trata de lograr una adecuada inserción en un contexto caracterizado por la lógica de la comunicación abierta y permanente, así como por los retos de la multiculturalidad, como uno de los grandes desafíos de nuestra época.
-          La formación humanística en las diferentes áreas que la configuran no se entiende de manera estática sino enriquecida formalmente mediante el empleo de estrategias de aprendizaje y de recursos didácticos capaces de facilitar el uso de la información disponible, de elaborarla y entenderla, con el fin de resolver situaciones de aprendizaje de forma autónoma y al propio tiempo en equipo.
-          Obviamente, una de las finalidades primordiales del proyecto curricular ha consistido precisamente en ampliar el margen de posibilidades que permitan un mejor y más completo conocimiento de la realidad de Castilla y León y de los aspectos que conforman  y dan coherencia a  su identidad espacial, socio-económica y cultural. A ello se llega a través de un planteamiento integrador  que los concibe, explica e interpreta dentro del contexto español y de la compleja estructura europea, de modo que las singularidades que caracterizan a la Comunidad Autónoma no sean entendidas como algo excluyente sino como parte de un acervo compartido con los espacios en los que se integra e indisociable de sus problemas, posibilidades y tendencias.  Creemos que de este modo,  con toda la modestia necesaria pero también con la debida contundencia, ha quedado puesta en entredicho la polémica suscitada en torno a la función de las Humanidades – identificada de hecho con el papel susceptible de ser desempeñado por la Historia- en la estructura del sistema formativo español.  Pues, lejos de plantearse esta cuestión en un clima de conflicto o de confrontación, se ratifica con fuerza el argumento de que el conocimiento de las realidades históricas y espaciales se comprenden y valoran mucho mejor cuando se abordan al margen de prevalencias, de mixtificaciones o de omisiones injustificadas. 
-          Como no podía ser de otro modo, se hace especial hincapié en el reconocimiento de la importancia del patrimonio, en sus múltiples dimensiones – natural, histórico-artística y literaria – como reflejo de un legado de valor inestimable y merecedor a la vez de un tratamiento que permita su preservación bajo las premisas de la sostenibilidad y que sólo puede venir garantizada por la fortaleza que proporcione a estos fines el conocimiento y la sensibilidad que de él se deriva. No es el patrimonio el resultado de una memoria inerte, que sobrevive al paso del tiempo y evoluciona subordinado a la lógica de actuaciones que minimizan su valor en función de las coyunturas o de apetencias determinadas por la inmediatez, sino ante todo el baluarte de una personalidad distintiva que identifica al territorio y le pone en valor con la continuidad que sólo su debida asimilación por la sociedad puede proporcionar.


Todos estos principios, explícitamente recogidos, definen, por tanto, las líneas maestras en función de las cuales se ha planteado y concebido  el proceso de aprendizaje de los alumnos y alumnas de Castilla y León en ese nivel  de tanta trascendencia formativa  como es sin duda la Enseñanza Secundaria Obligatoria y el Bachillerato. Y es que, como señalaba al principio no se trata de una meta, de un punto de llegada,  sino de un escenario de partida que a todos compromete y que hay que valorar en su justa dimensión  en la medida en que la actividad docente ejercida en estos niveles ostenta la responsabilidad de contribuir a la maduración intelectual y cívica en la que sin duda representa la etapa más decisiva, por razones que nadie ignora, del proceso formativo de un persona en un panorama de complejidades y de cambios permanentes como el que nos ha tocado vivir. De ahí que no sea aventurado afirmar que, en la escala en que nos desenvolvemos, las expectativas de la educación dependen en buena medida del grado de eficacia y de proyección que las opciones y objetivos aquí previstos puedan tener. Unos fines que se apoyan en una estructura curricular que, siendo lógicamente perfectible, ha de estar necesariamente abierta a la reflexión y al valor añadido que sólo la experiencia puede aportarle. Por eso, aunque habrá de ser la aplicación de estos contenidos por parte de los docentes la que permita a la postre evaluar el alcance de sus intenciones y el grado de incidencia sobre la sociedad, no cabe duda que a priori ofrece un marco de posibilidades que, críticamente asumidas y debidamente valorizadas, reúnen  los requisitos indispensables para contribuir a la mejora  de la educación y lo mucho que ella representa para el porvenir de nuestra Comunidad Autónoma y al afianzamiento de su prestigio en los espacios en que se integra.