23 de marzo de 2018

Importancia, valor y utilidad de la formación humanística



Norte de Castilla, 21 marzo 2018



Dedico este artículo a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid, que acaba de conmemorar su primer centenario (1917-2017)


Los debates sobre la educación siempre estarán presentes en el panorama político. Por más que la voluntad de acuerdo parezca pertinente y necesaria en torno a un tema de tanta trascendencia, e incluso llegue a cristalizar en grandes compromisos asumidos desde la diversidad ideológica, las posiciones que en torno a él puedan suscitarse tienden a la controversia, al contraste de perspectivas, a la apertura de ese amplio abanico de opciones que tratan de orientar los métodos en función de los objetivos, como corresponde a las exigencias derivadas de la estrategia de adaptación permanente a los cambios del entorno en el que se desenvuelven las sociedades contemporáneas. De ahí que, cuando se analizan las potencialidades de un determinado espacio y de quienes en él residen para afrontar los retos que ese entorno cambiante impone, los valores relacionados con su capacidad formativa desempeñan necesariamente un papel esencial.

            Ahora bien, a la hora de estimar el alcance y la dimensión de dichos valores conviene discernir claramente cuáles son las causas que explican los procesos de transformación económica, social y territorial a fin de analizar con el necesario rigor y mirada prospectiva los rumbos más adecuados de modo que las directrices formativas, asociadas al desarrollo de las habilidades y a la mejora del conocimiento, ofrezcan a sus destinatarios las garantías adecuadas de adaptabilidad, eficiencia y equidad. Tales objetivos, cuya satisfacción redunda satisfactoriamente en la cualificación del trabajo y en el desarrollo de la sociedad y del territorio donde se alcanzan, no son ajenos a los desafíos impuestos por los grandes factores que, en función de las premisas impuestas por la globalización y los impactos de la crisis, han contribuido a modelar las organizaciones contemporáneas, tanto en el campo de la industria como de los servicios. Y es que en los últimos veinte años, el panorama mundial ha trastocado completamente las lógicas de funcionamiento del sistema, con el consiguiente impacto en las exigencias formativas.

            Los análisis empíricos realizados sobre la base de la perspectiva temporal de que actualmente se dispone son insistentes a la hora de resaltar la importancia adquirida por las pautas de comportamiento que tienen que ver con los espectaculares avances de la movilidad, entendida en su dimensión más amplia y en todas sus manifestaciones. La movilidad, esto es, la ausencia de rigidez en las pautas de actuación, se percibe como el factor principal de transformación global, ya que repercute sobre los flujos laborales, sobre la localización de las empresas, sobre las relaciones intersectoriales, sobre los niveles de satisfacción de la ciudadanía, sobre la calidad de los servicios, sobre la competitividad de las actividades y, lo que no es menos importante, sobre las capacidades del espacio para rentabilizarla en un contexto geográfico fuertemente concurrencial. Al amparo de la falta de restricciones a la movilidad y, por tanto, de la relevancia asignada a los procedimientos de evaluación y prospectiva, nuevas competencias se imponen  como forma de asumir el complejo abanico de responsabilidades a que obliga la magnitud de dicha metamorfosis.

            Si es evidente que todo ello se corresponde con la consolidación de un escenario en el que las tecnologías de la información y la comunicación  cobran un predicamento tan vigoroso y generalizado como irreversible, la cuestión se plantea a partir de la orientación que ello imprime en términos formativos, particularmente de acuerdo con la importancia asignada a un principio básico que redefine los conocimientos teóricos adquiridos y su dimensión aplicada. Me refiero concretamente al significado que como principio de cualificación profesional adquieren la formación polivalente, la adaptabilidad y el desarrollo de las competencias cognitivas no rutinarias. Si ambas tendencias han de ser interpretadas como la manifestación explícita de los cambios inducidos por las innovaciones tecnológicas y las que derivan del tratamiento masivo de la información, no es menos cierto que su proyección práctica cobra una dimensión mucho más efectiva cuando se robustece con el caudal de conocimientos que emanan de la correcta interpretación de la realidad mediante la incorporación del enfoque humanístico, frente a la visión injustamente simplificadora con que a veces se interpreta.

            Es así como aparece plenamente justificada, máxime cuando sus beneficios con claramente perceptibles en numerosas experiencias, la necesidad de una formación integral en la que los saberes identificados con la categoría genérica de Humanidades ocupen el papel relevante que ha de corresponderles en un mundo sensible a las exigencias propias de una sociedad compleja y pluridimensional. Una sociedad en la que los mecanismos de preparación polivalente en los diferentes niveles educativos no permanezcan al margen de la adquisición de competencias básicas, como son las relacionadas con el fortalecimiento del espíritu crítico, con la valoración del significado de la dimensión espacio-temporal de los fenómenos, con la sensibilidad que implica el reconocimiento de las diferencias, con la toma de conciencia de las dinámicas sociales y de los derechos humanos, con el acercamiento a las múltiples opciones de enriquecimiento personal que ofrecen la cultura, el patrimonio, la correcta utilización del lenguaje o la evolución del pensamiento, por citar las más significativas. Vistas de esta manera, no son planteamientos desfasados sino la expresión de un propósito fecundo de sintonía con el signo de los tiempos, que enriquece la formación al tiempo que la hace más competitiva y hasta rentable. Y además es lo que permite afrontar “los peligros del populismo tecnológico”, que denuncia Franklin Foer en “Un mundo sin ideas” (Paidos, 2017). 

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