El Mundo-Diario de Valladolid, 29 de Mayo de 2002
Experiencias y acontecimientos como los que han conmocionado en los últimos meses, .y lo siguen haciendo todavía, actividad y la vida en Aguilar de Campoo no son, por desgracia, infrecuentes en el panorama industrial contemporáneo. Las reducciones drásticas de plantilla, la amenaza de expedientes de crisis o simplemente el cierre y desmantelamiento de las fábricas definen con tintes dramáticos, por las graves repercusiones que tienen sobre el empleo y la economía, la situación a que se ven abocadas a menudo las empresas industriales y de cuyos impactos no se encuentran, en principio, ajenos ningún sector y ningún espacio por más potentes y sólidos que pudieran parecer. Y es que la industria es una actividad inestable por excelencia, sometida a una dinámica de cambio permanente, en la que, bajo las premisas impuestas por un contexto fuertemente concurrencial, confluyen las premisas impuestas por la innovación tecnológica, la calidad del producto y la competitividad en su proyección al mercado.
Creadora de riqueza, de valor añadido, de crecimiento y de trabajo, es también el soporte primordial del desarrollo económico y uno de los fundamentos claves sobre el que descansa el prestigio de un territorio, que encuentra en la identificación de su personalidad fabril uno de los factores esenciales de acreditación a todas las escalas. De ahí la atención y relevancia que se le ha de otorgar, y que en modo alguno deben quedar relegadas ante otro tipo de prioridades sectoriales, ya sea en el sector de la agricultura o de los servicios, con los que debiera mantener una relación de compatibilidad siempre provechosa en beneficio del equilibrio intersectorial deseable.
En una Comunidad como Castilla y León, que industrial mente siempre ha ocupado una posición modesta en el conjunto de las regiones españolas, lo sucedido en Aguilar trasciende con mucho la consideración estricta que el problema presenta en su escenario concreto de impacto para convertirse en una cuestión que afecta muy directamente a las perspectivas y posibilidades de la industria instalada en una región con contradicciones evidentes en su nivel de desarrollo. Valorarlas en su justa dimensión, entender hasta qué punto ofrecen un panorama alentador o marcado, en cambio, por la incertidumbre y el riesgo constituye un ejercicio necesario si realmente se desea consolidar las bases de un modelo de crecimiento que impida afrontar en las condiciones menos traumáticas posibles los costos que normalmente acompañan a la crisis de una empresa o a la reestructuración de sus activos en un ámbito determinada.
Dudo mucho que esto se haya hecho en Castilla y León con la suficiente diligencia y sobre todo con la continuidad y atención que requieren las circunstancias. Considero más bien que se han desaprovechado, pese a haber dispuesto de ellas, oportunidades que quizá hubieran permitido someter a una profunda revisión el análisis de los rasgos que definen el sistema productivo regional, poniendo en evidencia sus puntos críticos y tratando de resolverlos con una visión a largo plazo, liberada de los altibajos que imponen las coyunturas y de las incógnitas que implica la presencia del capital externo, cuando sus objetivos entran en contradicción o no se corresponden ya con el espacio en el que se ubican.
La verdad es que bien poco se ha sabido de lo que supuso para esta región el Plan Tecnológico Regional, cuya aplicación a partir de 1996 estaba llamada a desempeñar una importancia capital como instrumento de diagnóstico, de movilización del entramado empresarial y de búsqueda conjunta - por parte de
Tengo, sin embargo, la impresión de que Castilla y León ha carecido de ella o al menos creo que la que se haya podido llevar a cabo no ha servido para articular en un sistema coherente y con las interrelaciones necesarias los numerosos órganos que, concebidos como medidas de impulso a la industrialización o susceptibles de dinamizarla – como es el caso de
Todas estas consideraciones adquieren plena actualidad y, sobre todo, gran urgencia estratégica en el ambiente de tensión provocada por la crisis de la emblemática y centenaria firma galletera ubicada en Aguilar de Campoo desde finales del siglo XIX y representativa durante mucho tiempo de una de las principales señas de identidad fabril de Castilla. Los factores desencadenantes del problema son bien conocidos, han sido analizados con coherencia y exhaustividad y huelga de nuevo detenerse en ellos. Efectuado el diagnóstico, y pendiente de encontrar la opción que a corto plazo permita mitigar el grave impacto social y económico del cierre - y que, a mi juicio, pudiera decantarse quizá hacia la posibilidad de configurar, bajo la égida de “Siro” o “Gullón”, un vigoroso y competitivo grupo galletero palentino - de lo que se trata ahora es de entender sin ambigüedades y dilaciones el significado de lo que este hecho representa es el detonante que revela una situación de riesgo potencial en el que se halla sumida una parte importante del sistema productivo regional, sujeto a las premisas de la multinacionalización empresarial, que, si selectivamente crea posibilidades que no deben ser desestimadas, no es menos cierto que también se acompaña de incógnitas hacia el futuro, en virtud del proceso de deslocalización que posiblemente tenderá a intensificarse en una Unión Europea ampliada.
De ahí que, sobre la base de estos argumentos tendencias, cobre fuerza una vez más la idea que subraya la dimensión estratégica y primordial asociada a la movilización de la iniciativa endógena, que tan notables resultados ofrece ya en un amplio abanico de sectores, poniendo en evidencia el papel que desempeña la plena identificación con el territorio, cuando éste dispone, como es el caso, de recursos evidentes para ello. Dicho de otro modo, y con la mirada puesta en la resolución del grave problema planteado por la crisis en la comarca y en la villa palentina, se llega a la conclusión de que posiblemente la marca sobre la que sustentar en adelante su personalidad fabril ya no sea "Fontaneda". La marca deberá ser Aguilar.
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