Suplemento ICAL, Febrero 1996
Para analizar correctamente lo que significa el agua en la economía y en la sociedad española es preciso abordar los aspectos que la caracterizan desde una perspectiva dual y a la vez complementaria. Difícilmentee se pueden afrontar los problemas y suscitar las soluciones más idóneas para corregirlos si, en efecto, no se inscribe la valoración de los recursos hídricos dentro de su entorno ambiental específico (o, lo que es lo mismo, en las particularidades de su correspondiente Cuenca Hidrográfica) y al propio tiempo en el contexto de las estrechas interdependencias que necesariamente existen entre aquéllos y los caudales del sistema hidrográfico global en el que se integran. De ahí que cualquier visión fragmentaria o reduccionista de la política del agua resulta hoy no sólo anacrónica y disfuncional sino que entra en flagrante contradicción con la función estratégica de un recurso que, como sucede en España, debe cumplir la doble función de satisfacer equitativa y racionalmente las demandas planteadas y de contrarrestar los inconvenientes derivados de la fuerte desigualdad en su distribución geográfica. A ello responde el propósito que en su momento inspiró la promulgación de
Sin embargo, a pesar de los diez años transcurridos desde su entrada en vigor los interesantes objetivos que animaron la azarosa entrada en vigor de
Aunque, dados los precedentes y las actitudes mantenidas en torno a la cuestión, no resulta fácil ser optimista sobre las perspectivas de cumplimiento de este compromiso a corto o medio plazo, debemos subrayar una idea de importancia capital: la disponibilidad de un Plan Hidrológico constituye en los momentos actuales una de las exigencias prioritarias del país, al tratarse del único instrumento capaz de resolver, o al menos de mitigar con garantía, los graves inconvenientes que derivan tanto de los factores de índole natural como de las anomalías de gestión y tratamiento de un bien de singular importancia estratégica. Si en el primer caso, convendría evocar los riesgos inherentes a la fuerte irregularidad pluviométrica del país, en el segundo los problemas tienen que ver, en general, con el solapamiento de competencias en esta materia, lo que explica la descoordinación existente y esa dificultad estructural a que se enfrenta la aplicación de criterios de racionalidad y visión prospectiva en la utilización de un recurso tan valioso como inestable.
Pues bien, a falta de acometer ese paso tan fundamental que no debiera demorarse más allá de otra legislatura, nos encontramos todavía ante una política del agua que, debido a estas servidumbres, sigue adoleciendo de no pocas limitaciones e insuficiencias y que, como se ha visto con motivo del fuerte periodo de sequía sufrido por España en el pasado quinquenio, se traduce en una preocupante propensión a generar tensiones y conflictos marcadamente contradictorios con la indispensable coordinación de iniciativas que convendría primar sobre el enfoque fragmentario con que a menudo suelen abordarse los problemas económicos y territoriales en nuestro país con resultados harto insatisfactorios.
No es difícil entender, por esta razón, que la mayor parte de los esfuerzos realizados en esta dirección aparezcan casi siempre restringidos a la adopción de soluciones parciales o, en todo caso, concebidos con una finalidad que sólo contempla, tal vez porque no pueda hacerlo de otra manera, una vertiente de las múltiples en que aparece estructurada la compleja gestión del agua en nuestros días. Así se explican las frecuentes paradojas observadas en la toma de decisiones por parte de los diferentes órganos implicados, ya que si desde
Pues es evidente que si los mecanismos de gestión del agua se identificasen con criterios de globalidad, racionalidad, armonización y optimización de iniciativas y proyectos, en un marco de coordinación eficiente de las decisiones, y en un momento además en que las innovaciones técnicas permiten afrontar problemas de gran envergadura, no cabe duda que muchas de las inquietudes, enfrentamientos y discrepancias que hoy afectan al panorama hídrico español quedarían, si no totalmente superados, sí por lo menos sujetos a la tranquilidad que proporciona el control eficaz y coherente del recurso, más allá de los inevitables ciclos naturales a que se halla supeditado, y con los que necesariamente hay siempre que contar. Dicho de otro modo, se trata de dar un paso más, y a ser posible definitivo, en la superación de las limitaciones impuestas por
En mi opinión, no carece de interés efectuar estas reflexiones desde la perspectiva de
En principio, el rasgo más llamativo viene dado por la magnitud de la superficie drenada por el Duero, que configura - en sus 79.500 Km2 - la más extensa entre las Cuencas Hidrográficas españolas, siendo a la vez la que presenta un grado de articulación fluvial más coherente tanto desde el punto de vista físico, merced a la perfecta ordenación jerárquica de la red, como funcional, por cuanto cerca del 98 % de su superficie se corresponde con el territorio autónomo.
Por otro lado, y ciñéndonos a
Y, por supuesto, en modo alguno habría que olvidar la entidad de la riqueza almacenada en la importante red de embalses con que cuenta este ámbito hidrográfico. Baste señalar que, pese a su excesiva atomización, la relevancia de la media docena de grandes presas construidas permite alcanzar una capacidad de almacenamiento de 7.400 Hm3, lo que sitúa a la del Duero en el tercer lugar en esta variable dentro de las C.C.HH. españolas, tras las espectaculares operaciones llevadas a cabo en el Tajo y el Guadiana. Es cierto que estas cifras, dignas de un análisis más detallado, no deben llevar a posiciones optimistas infundadas ni a incurrir en la despreocupación ante los eventuales riesgos de escasez, pero tampoco son irrelevantes cuando se las sitúa en un panorama ineludiblemente abocado contra el derroche y proclive a la defensa de la racionalidad en el usufructo de tan inestimable riqueza. De ahí la importancia de la base territorial de que dispone Castilla y León - a través del excelente entorno de experimentación integral propiciado por