11 de febrero de 1996

EL PLAN TECNOLOGICO REGIONAL: UN MARCO DE POSIBILIDADES AÚN POR DEFINIR



El Norte de Castilla, 11 de Febrero de 1996



Es sin duda una excelente noticia la que recientemente se ha dado a conocer con motivo de la elección de nuestra Comunidad Autónoma como territorio en el que llevar a cabo la elaboración y puesta en marcha de un Plan Tecnológico Regional, promovido y auspiciado por la Comisión Europea. Tratándose de una decisión a la que han contribuido los esfuerzos conjugados de las Administraciones Central y Autonómica, nos encontramos, finalmente, ante una iniciativa de capital importancia, pues, merced a ella y en virtud del compromiso que supone acometer un proyecto de tal envergadura, Castilla y León se individualiza en España como la única experiencia planteada hasta ahora en este sentido y, lo que no es menos importante, como un espacio a tener en cuenta entre ese reducido número de regiones europeas (seis en total) asimismo seleccionadas en función de una serie de criterios que, entre otros indicadores, ponderan positivamente la calidad de sus recursos y sus reconocidos potenciales de crecimiento, aún infrautilizados.


Al margen de cualquier optimismo carente de sentido, lo cierto es que este hecho permite avalar dos argumentos inequívocos: por un lado, ratifica claramente el alcance de los nuevos horizontes abiertos por la integración europea que, más allá de la vertiente simplista y demagógica desde la que a veces se la contempla, propicia la apertura hacia nuevas estrategias de crecimiento, dificilmente abordables ya en un contexto ajeno a los mecanismos de la integración en estructuras territoriales más amplias e interdependientes; y, por otro, pone igualmente en entredicho esa visión propensa al pesimismo, e incluso a la catátrofe, que con tanta frecuencia como vaguedad se esgrime todavía a la hora de identificar los perfiles distintivos de la realidad regional. Sin incurrir "a priori" en el planteamiento contrario, digamos que, si el conocimiento objetivo de los hechos acaba siempre proporcionando a los análisis su adecuada dimensión, la valoración de los aspectos citados induce a pensar que en el equilibrio actualmente planteado entre posibilidades y servidumbres o entre ventajas y limitaciones tienden a prevalecer las primeras, al menos como soportes globales que, evidentemente, deberán de ser estimulados y aprovechados como auténticos factores de dinamización a través del rigor y eficacia de las medidas adoptadas al efecto.

Entiendo que es precisamente en coherencia con estas ideas donde hay que situar la presumible trascendencia del Plan Tecnológico, de los instrumentos de gestión diseñados para llevarlo a cabo y, sobre todo, de sus estrategias de actuación operativa. En este sentido, y como punto de partida, resulta convincente el protagonismo otorgado a la casi recién creada Agencia de Desarrollo Económico, a la que, aparte de las funciones que le son específicas, se le asigna ahora una responsabilidad sólida, acorde con los objetivos que la inspiran y susceptible de convertirla, por tanto, en uno de los artífices clave de la política de desarrollo tanto sectorial como territorialmente.

Finalidad que, en concreto, puede encontrarse bien apoyada en los pilares que han de cimentar el funcionamiento del Plan, es decir, el Foro Tecnológico y el Comité Ejecutivo. Concebido el primero como el órgano donde se produce la confluencia de las perspectivas planteadas por parte de las empresas, los agentes institucionales y la Universidad, dando lugar así a un "sistema" de interrelaciones que en teoría se presenta tan fecundo como lo permitan los niveles de sintonía, complementariedad y corresponsabilidad que entre ellos pudiera establecerse, la estructura del Comité Ejecutivo reproduce, aunque lógicamente simplificado, el mismo esquema tridimensional, adecuándolo a los propósitos de un ente con poder decisorio.


Sobre esta base de partida, que, en principio, parece razonable y funcionalmente válida, se impone la consideración en torno a cuáles debieran ser las líneas maestras capaces de ir cubriendo gradualmente los objetivos pretendidos en un horizonte temporal no excesivamente dilatado. Y es que en ésta, como en otras cuestiones de similar relevancia, no es ocioso invocar la necesidad de una reflexión abierta y plural, entre otras razones porque bajo el epígrafe genérico de la innovación tecnológica se aglutina un gran número de elementos y factores, dotados de distintos grados de protagonismo pero, en cualquier caso, implicados todos ellos en una finalidad compartida: la de contribuir a la readaptación integral del aparato productivo como premisa necesaria para afrontar ventajosamente los retos de la competitividad y para generar efectos positivos en el empleo, en las cualificaciones, en la economía y, consecuentemente, en la dinámica global del territorio.

Pues bien, como contribución a esta voluntad de intercambio flexible de ideas, y a modo de simple apunte, tal vez fuera oportuno hacer una llamada de atención sobre algunos de los aspectos que no convendría olvidar en la ordenación de las decisiones o de las estrategias a llevar a cabo. Entre ellos, y pese a la necesaria brevedad con que han de ser expuestos, me permito apuntar los siguientes:

- en primer lugar, sólo con un conocimiento científico de las características, tendencias condicionamientos, imbricaciones y potencialidades del sistema productivo regional, y al margen de esquemas preestablecidos, es posible sentar las bases de un diagnóstico lo suficientemente riguroso y objetivo como para que la aplicación de los instrumentos programados no se vea invalidada por disfunciones imprevistas, con el consiguiente riesgo de frustración y despilfarro que ello implica.

- es indispensable, por otro lado, lograr la superación de los recelos, las desconfianzas e incomunicaciones que entorpezcan los esfuerzos encaminados a lograr una mayor cohesión del entramado empresarial, sin cuyo consenso y asimilación es muy dificil colmar las expectativas creadas en este sentido. De ahí que el tránsito de una actitud basada en el predominio de la fragmentación individualista a otra en la que, por el contrario, prime "la cultura de la cooperación" constituye uno de los requisitos primordiales para la consecución de un balance satisfactorio.

- en análogo sentido, la experiencia comparada - y bastaría remitirse a algunos de los Programas acometidos con particular éxito en determinadas regiones europeas - demuestra hasta qué punto la efectividad de un Plan Tecnológico pasa necesariamente por la configuración de "redes" de empresas focalizadas en torno a firmas innovadoras con auténtica capacidad de arrastre, e insertas a su vez en una vigorosa Red Territorial de Innovación, en la que resultase perfectamente compatible el desempeño de la función coordinadora con el estímulo de la capacidad de iniciativa ejercida, descentralizadamente, por las áreas o conjunto de enclaves con mayores posibilidades de dinamismo en función de la entidad y coherencia de sus potenciales productivos y empresariales.

- y, por último, no cabe duda el enorme desafío que todo ello ha de suponer en la remodelación a corto plazo del sistema universitario regional. Cada vez más afianzado el papel de la Universidad como un componente esencial de las estrategias de desarrollo contemporáneo, en virtud de un proceso de perfeccionamiento cualitativo que admite ya difícil réplica por otros ámbitos del saber y la investigación, no sería aventurado afirmar que del peso que se la conceda tanto en el terreno propositivo como en relación con el amplio abanico de cuestiones y perspectivas en que se desglosa actualmente el concepto y la práctica de la innovación tecnológica va a depender el buen funcionamiento de una iniciativa que, aun en sus albores, puede contribuir a clarificar las incertidumbres en que actualmente se encuentra sumido el futuro industrial y terciario de nuestra región.


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