24 de enero de 2013

La importancia de la Geografía en la Universidad de Valladolid


El Norte de Castilla, 24 de Febrero 2013


Como corresponde a una institución sensible con los cambios que afectan al entorno que la rodea, la Universidad ha manifestado siempre una voluntad notable para adaptarse a ellos procurando a la vez no poner en peligro los valores que la han prestigiado a lo largo del tiempo. En esa capacidad para lograr un engarce positivo entre la innovación y la tradición, siempre que una y otra estén fundamentadas en pilares consistentes, radica precisamente lo que identifica a la realidad universitaria y la sitúa por encima de las contingencias coyunturales. Más aún, de su fortalecimiento, y en función de las posibilidades que de ello se derivan,  depende el mérito de una Universidad, enriquecida por la confluencia de saberes complementarios, concebidos al servicio de una sociedad cada vez más compleja, con exigencias diversas y en permanente proceso de cambio y readaptación.
Coherente con lo señalado, la Universidad está  obligada a enfrentarse - ayer, hoy y mañana -   a desafíos permanentes que someten a prueba la solidez de sus cimientos y la calidad de los recursos de que dispone para desempeñar de modo satisfactorio su labor en los campos de responsabilidad – en la docencia y en la investigación – que específicamente la competen. Hacerlo en tiempos de crisis no resulta tarea fácil, ya que es entonces cuando, debido a los condicionamientos y a las limitaciones que introduce, las medidas restrictivas tienden a limitar las capacidades existentes, cuando no a debilitarlas e incluso a poner en entredicho el legado que han sabido desarrollar con no poco esfuerzo y en circunstancias muchas veces difíciles, adversas y complicadas.
Conviene traer a colación este aspecto cuando se plantea, como sucede actualmente en Castilla y León, un proceso de reestructuración de la oferta académica que se invoca como necesario al albur de los indicadores habitualmente limitados  a circunscribir la atención en una magnitud – el número de alumnos – que con frecuencia enmascara la realidad de un balance favorable, tanto por los elementos de juicio cualitativos que particularmente lo definen como por los valores intrínsecos acumulados a lo largo de una dilatada trayectoria, construida en momentos incluso más difíciles que los actuales.
En este contexto, y ante un escenario de sensibilización que no puede ser ignorado, deseo llamar la atención sobre la importante y valiosa contribución que la Geografía, sustentada por los profesionales que la han cultivado y la cultivan, ha hecho al bagaje global de la Universidad de Valladolid, aunque siempre,  y como es lógico, con la mirada puesta en las escalas de referencia que, a nivel regional, nacional e internacional, se han nutrido de sus numerosas y reconocidas aportaciones. Profesor de esta Universidad desde el año 1972, dispongo de la suficiente perspectiva y experiencia para destacar la importancia de la tarea realizada y, por tanto, para reclamar que se asuma la fortaleza de este caudal como soporte justificativo de la titulación en Geografía como un elemento acreditado de su estructura docente y científica. Y lo hago no porque se vea amenazada su continuidad sino porque, ante un escenario de imprevisiones no deseadas, siempre es pertinente revalidar el ámbito académico y científico en el que cada cual y quienes con él comparten empeños e ilusiones se desenvuelven  con la sola pretensión de que sus destinatarios principales, es decir, los ciudadanos, conozcan objetivamente la realidad universitaria concebida a su servicio.
Más allá de la información que respalda la envergadura alcanzada, convendría destacar lo que realmente significa el reconocimiento del valor añadido que la Geografía aporta en nuestros días al acervo universitario radicado en Valladolid. Y es que no en vano el estudio de la Geografía – apoyado en el desarrollo de los propios conceptos y en los instrumentos técnicos destinados al tratamiento optimizado de la información espacial y a su correcta representación gráfica y cartográfica - ayuda a  interpretar mejor el mundo que nos rodea, a comprender, en sus diferentes escalas, la diversidad de manifestaciones en las que se proyecta  la acción humana sobre el medio natural, expresada a través de los diferentes tipos de paisaje. Permite asimismo comprender las lógicas en las que se apoyan los impactos que permanentemente modelan el territorio en función de los objetivos que en cada momento de la historia - y con especial intensidad en nuestro tiempo - han orientado las decisiones adoptadas por quienes ostentan la capacidad y el poder para llevarlas a cabo y así proceder a su ordenación racional.
Conocer, entender y expresar el espacio para mejor intervenir sobre él mediante propuestas científicamente bien sustentadas: de eso sustancialmente se trata, merced tanto al  aprendizaje teórico-práctico como a la profesionalización a partir de las destrezas adquiridas, por lo que no está de más invocar el peso adquirido en este sentido por el Colegio de Geógrafos, con más de una década de existencia y con un meritorio caudal de realizaciones en su hoja de servicios. Y de ahí también la justicia de reconocer a la Geografía una posición relevante en el conjunto de los saberes de los que la sociedad debe hacer uso eficaz para ser más consciente de la compleja y contrastada realidad espacial en la que su vida se organiza y desarrolla. Argumentos en este sentido no faltan y la experiencia los avala con holgura, como sucede con la  fraguada concretamente en nuestra Universidad, en la que  no es desestimable en modo alguno ese esfuerzo dilatado e ininterrumpido a favor de la transmisión del conocimiento geográfico sobre cuestiones que permiten a quienes lo reciben adquirir las bases necesarias para abordar el tratamiento de los problemas que afectan a un panorama territorial necesitado de profesionales capaces de interpretarlo con la debida solvencia cultural y científica.