El Mundo-Diario de Valladolid, 12 de Marzo de 2009
Dos son fundamentalmente en mi opinión, los rasgos distintivos que en mayor medida individualizan a
Estas ideas generales sirven, en principio, de punto de partida para entender mejor las expresivas discontinuidades que han jalonado la evolución de
2) Empero, la entrada en vigor de
Ahora bien, este planteamiento globalizador reviste, contemplado desde
Es decir, sin eludir el balance negativo o desfavorable que en muchos aspectos de la vicia universitaria ha ofrecido, y sigue ofreciendo, la aplicación de
En pocas palabras, estas condiciones se resumen en lo que yo denominaría «el trípode sustentador» de la expansión universitaria de la segunda mitad de los ochenta, desglosado a su vez en una serie de factores muy bien definidos: a) el significativo incremento de la financiación pública, resultado de un enorme esfuerzo por parte del Estado que debe ser reconocido, pese a los desfases que aún lo separan de los umbrales más altos del ámbito desarrollado; b) la facultad de efectuar libremente la captación de recursos financieros externos, a medida que los convenios suscritos con Entidades ajenas -públicas o privadas-y los aflujos procedentes de los Fondos comunitarios abren un inmenso campo de posibilidades hasta entonces desconocido o de valor insignificante; y c) el creciente margen de autonomía otorgado por la ley a los órganos responsables de la decisión, con la consiguiente libertad de iniciativa que ello comporta, tan satisfactoria en su diseño como gratificante por la variedad de realizaciones en que pueda materializarse a voluntad. No es cierto, sin embargo, que los problemas se hayan desvanecido ni que las dificultades estructurales de una Institución cada vez más compleja y plural carezcan de esa relevancia y preocupación que lógicamente hay que concederlos. Acumulándose en el tiempo, han podido ser parcialmente afrontados o enmascarados, al menos hasta los inicios de los noventa en el marco de una disponibilidad importante de recursos, cuando no aplazados «sine die» o a la espera de que la propia evolución del sistema pudiera mitigar la gravedad de las situaciones más perentorias, confiando en esa presunta capacidad de autorregulación que la misma versatilidad de sus comportamientos, y los inducidos por los agentes exterior, le permite.
3) Pues bien, en este clima ambivalente, y en cierto modo antinómico, observamos el nacimiento de una tercera etapa, cuyo diagnóstico, apoyado en la base empírica ya disponible, no plantea, en principio, serias dificultades de interpretación. Entiendo que los detonantes de esta fractura en el proceso alumbrado a mediados de los ochenta son básicamente dos: por un lado, el conflicto súbitamente surgido a comienzos del nuevo curso con ocasión de la normativa ministerial referente a la subida de las tasas académicas; y por otro, la decisión de llevar a cabo dentro de un plazo prefijado la transferencia de la enseñanza superior al ámbito competencial las Comunidades autónomas.
Aunque de diferente signo no es errado deducir que entre ambos aspectos se ha acabado imponiendo una relación muy próxima. Nada tiene de fortuito el hecho de que en los momentos previos a la definitiva descentralización del sistema universitario, hayamos asistido al desencadenamiento repentino por parte de los estudiantes, y en medio de la indiferencia de la mayor parte del profesorado, de una lógica reacción hostil frente a la brusca subida de las tasas, cuya virulencia cuesta pensar no hubiera sido prevista por el Gobierno. Siempre he creído, sin embargo, que una medida de esta naturaleza encerraba en sí misma algo de premonitorio, una especie de advertencia explícita, sobre lo que tarde o temprano habría de suceder, a sabiendas de que el conflicto, fortísimo en su estallido y proyectado en exclusiva hacia el Ministerio de Educación, se iba a convertir a la postre, tras la rápida vuelta a la normalidad y congelada la tensión, en un posible ariete que habría de encontrar en las instancias autonómicas o en las propias Universidades sus ulteriores focos de responsabilidad.
De este modo, los inicios de la nueva etapa se corresponden con el frágil equilibrio planteado entre la descentralización competencial y la crisis de financiación, lo que genera un clima de incertidumbre que no puede si no deparar sorpresas turbulentas a corto plazo. Presagio no aventurado si se tiene en cuenta que las incógnitas que tal binomio encierra coinciden con la práctica congelación de las subvenciones estatales desde el curso 1992-93, y con la puesta al descubierto de las crónicas situaciones deficitarias en que se hallan sumidas no pocas Universidades, lo que ha forzado a los Gobiernos autónomos al trasvase de fondos desde las arcas regionales para enjugar el acusado balance negativo de sus presupuestos, como hace unos días se acaba de dar a conocer a propósito del País Vasco.
Nos encontramos, pues, ante una coyuntura incierta y repleta de acuciantes desafíos. Pues, en verdad, no han de ser pocos los escollos que habrá que superar si lo que se pretende, en buena lógica, no es otro objetivo que la consolidación y mejora de lo ya logrado a fin de abordar, sobre la base de criterios de renovación democrática, eficacia y transparencia, nuevos proyectos y realizaciones, en la línea de perfeccionamiento cualitativo permanente a que se ve obligada
Y así, Planes de Estudio recién comenzados o en vías de inminente incorporación al organigrama académico, plantillas en inevitable proceso de adecuación a las necesidades reales, dotaciones técnicas que precisan de un gran esfuerzo de mantenimiento, líneas de investigación consolidadas e inmersas en un deseable equilibrio global que no admite las postergaciones, una infraestructura necesitada de amortización y actualización en breves plazos....: tales son, en esencia, algunos de los retos que han de ser afrontados en un contexto organizativo diferente, donde se impone la urgencia de adoptar rigurosos criterios reguladores, aún por definir incluso en sus formulaciones más generales.
Me refiero, en concreto, al nuevo marco en que en el futuro han de desenvolverse las relaciones y los mecanismos de intercomunicación entre los órganos responsables de
En cualquier caso, la primacía que actualmente ostenta el paradigma de la competitividad, bajo el que se trata de englobar casi todo, hace prever que las reglas de la competencia se conviertan automáticamente en los factores reguladores de un intenso proceso de reestructuración interna al que muy posiblemente se verá abocado el sistema universitario castellano-leonés. Pues si, en general, sus tendencias, dinamismos y problemas básicos no van a diferir sustancialmente de los ya verificados hasta ahora en otras regiones españolas, no carece de sentido interrogarse acerca de los ajustes, más o menos duros según los casos, que previsiblemente tendrán lugar a este respecto en una Comunidad Autónoma donde las perspectivas universitarias no pueden ser indiferentes ni al campo de acción determinado por su nivel de desarrollo ni a las características diferenciales de la oferta educativa ni, por supuesto, a los comportamientos de una demanda condicionada a plazo no excesivamente largo por su declinante evolución demográfica.
Planteada la cuestión en estos términos, no es ocioso aventurar hipótesis sobre la duración más o menos efímera de esta tercera etapa en la que entramos y que ahora se esboza con horizontes tan difusos. Bajo las coordenadas críticas en que se produce la intervención del nuevo marco de referencia, todo abunda a favor de que la labor que espera a los responsables institucionales no va a ser sencilla ni cómoda, entre otras razones porque son tantos los intereses en juego como restringido el margen de posibilidades capaz de satisfacerlos. Si nadie discute la buena voluntad y el denuedo manifestados en general por las Administraciones autonómicas a favor de su acervo universitario transferido, considero llegado el momento de evaluar con datos objetivos y sin ningún tipo de prejuicios de qué manera - positiva, negativa o indiferente - ha redundado la descentralización competencial en la transformación de la dinámica universitaria española, aunque tengo la impresión de que en la mayor parte de las experiencias ha prevalecido más la política de proliferación de nuevas Universidades que de racionalización rigurosa de la infraestructura ya existente.
El grado de eficiencia que tal estrategia pueda introducir en la configuración del sistema está todavía por ver y valorar. Entretanto, los problemas de base continúan pendientes de resolución, sin que quepa prever un cambio de rumbo significativo, a menos que la agudización de las contradicciones surgidas en un esquema de funcionamiento sustancialmente atomizado y disperso, que tiende a prolongar casi siempre los modos y métodos precedentes y en el que apenas se percibe el efecto aglutinante e integrador del Consejo de Universidades, tense la situación hasta el extremo de obligar a definir claramente y de una vez qué modelo de Universidad se quiere para España.
He aquí, desde mi punto de vista, la cuestión fundamental que hoy se plantea para el futuro de nuestra realidad universitaria, situada en una especie de deriva inercial, que en nada contribuye a potenciar los ambiciosos proyectos ligados a la puesta en marcha de los nuevos Planes de Estudio. Y es que, en esencia, todo va a quedar supeditado a la resolución de dos incógnitas decisivas: la regulación de los mecanismos de financiación y la adecuada vertebración del sistema a escala de todo el Estado. Ambos constituyen sin duda requisitos ineludibles si se parte de la consideración de que a la postre el prestigio del país es indisociable de una Universidad funcionalmente abierta y democrática, debidamente dotada, rigurosa en sus criterios de acceso, exigente y moderna en el desarrollo del proceso formativo y científicamente competitiva, entendiendo como tal el reforzamiento de la solidez de todas sus Areas en el panorama de la comunidad científica y su plena imbricación en el tejido social y territorial en que se se inserta. Tal vez la urgencia de tales desafíos, mediatizados hoy por la crisis y por una politica de tratamiento parcial de los problemas, abra paso a una cuarta etapa. Pero ésta será ya otra historia.