El Grupo de Investigación CITERIOR (Ciudad y Territorio) ha organizado durante los días 28 y 29 de abril unas Jornadas de Geografía Humana dedicadas en esta ocasión al tema “Marginalidad Social y Espacio Urbano”. Ha sido la primera vez en que se ha abordado una cuestión de esta naturaleza en la Universidad de Valladolid, motivada por el propósito de profundizar en el conocimiento del problema y en los métodos aplicados al estudio de una realidad difícil de analizar, pero necesitada de un esclarecimiento científico que haga posible la valoración de su magnitud y el alcance de las medidas orientadas a la corrección de las graves implicaciones sociales, económicas y territoriales que presenta.
Organizadas por Fernando Manero, Catedrático del Área de Geografía Humana, e Igor Robaina, de la Universidade Federal de Rio de Janeiro (Brasil) y Becario Erasmus Mundus Nobel, en ellas se han planteado y debatido aspectos de gran trascendencia relacionados con la dimensión de los derechos humanos en la ciudad, la labor asistencial llevada a cabo por el Ayuntamiento de Valladolid, el significado de los procesos de exclusión y vulnerabilidad social en Castilla y León, las situaciones de marginalidad y nueva pobreza en los espacios urbanos, la realidad de las personas sin hogar en Rio de Janeiro, la percepción de las Homeless Cities en Rio de Janeiro y Hamburgo, y el impacto espacial de las desigualdades (vecinos sin barrio, personas sin hogar) en la ciudad de Sevilla.
La Universidad, el Ayuntamiento, las Organizaciones solidarias (Cáritas, European Anti Poverty) han sumado esfuerzos para aproximarse a una realidad que existe, que tenemos delante, que nos afecta de lleno, aunque creamos invisible o irrelevante. La Geografía ha actuado como gozne de ese caudal de ideas que confluyen y se entreveran, a través del debate y de la reflexión comprometida, para avanzar en el conocimiento y demostrar, con la rotundidad que aporta la información y su tratamiento socio-territorializado, que nos encontramos ante un desafío ineludible que a todos concierne: a los responsables públicos, a los científicos, a los ciudadanos. Avanzar en las técnicas de análisis y profundizar en la valoración de la experiencia comparada se convierte en una necesidad, que cobra entidad a medida que se valora en su dimensión objetiva y se proyecta como un aspecto esencial de las medidas abocadas a la defensa de la solidaridad y a la lucha contra la desigualdad, la pobreza y la exclusión. "De una ciudad que segrega a una ciudad que integra": esa es una de las principales conclusiones a las que se ha llegado y cuyo solo enunciado constituye, de cara a la toma de decisiones.
Sin embargo, es evidente que la desigualdad y todas las manifestaciones asociadas a ella, como son la pobreza, la miseria, la marginalidad, la exclusión, son fenómenos espaciales que conciernen de lleno al campo de reflexión y de preocupación intelectual de los geógrafos. No son temas antitéticos con los que ocupan nuestra atención cuando estudiamos las dinámicas territoriales, los procesos innovadores o la configuración de los paisajes. Integrar la variedad de perspectivas temáticas que confluyen en la Geografía como ciencia del conocimiento e interpretación del territorio no sólo se justifica por la interdependencia que se producen en el comportamiento de la realidad espacial sino que al tiempo constituye una necesidad en la medida en que la sociedad así lo exige y plantea. El compromiso social es inherente al quehacer del geógrafo si éste desea estar a la altura del momento histórico que le ha tocado vivir. Desde esta perspectiva conceptos como el de justicia espacial, equidad, solidaridad, cooperación, participación cobran fuerza también como desafíos metodológicos, a sabiendas de que las herramientas técnicas – cuantitativas y cualitativas – que manejan los geógrafos le permiten abordar la dimensión aplicada de estos conceptos y categorías con la solvencia necesaria.
No en vano, entendemos que la Geografía será comprendida y valorada mientras sea capaz de mostrar sensibilidad, atención y compromiso con los problemas de nuestro tiempo, cuando ante situaciones críticas alce la voz para advertir que existen, para analizar los factores que las provocan y para aportar soluciones que hagan posible mitigar su gravedad o superarlas con las garantías necesarias. El espacio es una realidad compleja, en permanente transformación y sujeta a impactos que tienden a provocar tensión e inestabilidad. Del grado de inteligencia con el que la Geografía sea capaz de abordar esta tendencia y de saberla acreditar al tiempo ante la sociedad va a depender el nivel de reconocimiento y credibilidad que sin duda posee.
Y es que, como señalé en la presentación de las Jornadas, vivimos en una época en la que quizá se está acentuando con perfiles dramáticos y preocupantes la crisis que ha afectado al conjunto de las Ciencias Sociales desde la última década del siglo XX. La globalización ha supuesto un cambio de enfoque en el análisis y la interpretación de los fenómenos Se ha hablado del fin de la Historia, del fin de los territorios, de la necesidad de asumir un modelo de gestión d elos recursos, de organización del trabajo y de utilización del espacio sujeto a reglas que inexorablemente preconizan la eficiencia a costa de la equidad, la explotación intensa frente a la preservación, la rentabilidad a corto plazo frente a la perspectiva de futuro, la aceptación resignada frente a la actitud de denuncia. Los discursos orientados en esta dirección han sido abrumadores hasta el punto de que han eclipsado o difuminado los enfoques alternativos o pretendidamente alternativos. Prevalece, en cambio, una tendencia a la banalización del pensamiento, sumido en esa especie de actitud evasiva y descriptiva que emana de la aceptación acrítica de los hechos más problemáticos o se decanta hacia la indiferencia, pensado que quizá lo que no se ve no existe o carece de relevancia. Pero tampoco hay que minimizar el peso de las aportaciones que autorizadamente han dado buena cuenta de los efectos provocados por la crisis. Particular atención ha merecido el análisis de los factores generadores de desigualdades y sus manifestaciones. El año pasado adquirió gran resonancia la obra de Joseph Stiglitz – El precio de la desigualdad – y recientemente los medios de comunicación se han hecho eco del rigor utilizado por Thomas Pikketty con su excelente obra El capital en el siglo XXI, que ha suscitado un gran debate a ambos lados del Atlántico. En ambos casos las investigaciones en la desigualdad en la distribución de la renta y de la riqueza.
La Geografía será comprendida y valorada mientras sea capaz de mostrar sensibilidad, atención y compromiso con los problemas de nuestro tiempo, cuando ante situaciones críticas alce la voz para advertir que existen, para analizar los factores que las provocan y para aportar soluciones que hagan posible mitigar su gravedad o superarlas con las garantías necesarias. El espacio es una realidad compleja, en permanente transformación y sujeta a impactos que tienden a provocar tensión e inestabilidad. Del grado de inteligencia con el que la Geografía sea capaz de abordar esta tendencia y de saberla acreditar al tiempo ante la sociedad va a depender su propia supervivencia. Más aún el prestigio social de la geografía en muchos países tal vez sería otro si los geógrafos de mayor resonancia, o sea, los que controlan y tienen influencia sobre sus colegas y discípulos y en las altas esferas políticas, hubieran optado por el fomento de una ciencia progresista, comprometida con los más necesitados de la sociedad y desveladora de los procesos, generalmente ocultos, que transforman el espacio y se interrelacionan y evolucionan en él.