16 de octubre de 2015

El destino de Ámbito: De Zarapicos a Villalar




El Norte de Castilla, 16 de octubre de 2015



Durante años esta placa marcó el lugar de la sede de Ámbito Ediciones en la Calle Héroes de Alcántara de Valladolid 

Difícilmente se puede entender  la Comunidad Autónoma de Castilla y León sin asociarla a la valiosa aportación bibliográfica que la Editorial Ámbito ha llevado a cabo para contribuir a su mejor conocimiento y proyección. Coherente con el momento histórico que la vio nacer a comienzos de los ochenta, fue  el fecundo resultado de una tarea mantenida durante dos décadas y media, a lo largo de las cuales  sacó a la luz  un valioso catálogo de publicaciones con el que fue posible subsanar el vacío hasta entonces existente.   
            Ámbito Ediciones surgió de la confluencia de dos factores: de un lado,  la sensibilidad ante los desafíos del proceso autonómico incipiente, particularmente delicado por lo que respecta a la configuración integrada de ese espacio formado por Castilla y por León; y, de otro,  la necesidad de crear un “ámbito” de encuentro, de reflexión y de clarificación sobre el pasado y el presente de un territorio tan complejo como controvertido. Tal es el espíritu que animó  el despliegue de la idea promovida en principio por Gonzalo Blanco  y Ovidio Fernández Carnero, contando desde el primer momento con  quienes en sus albores nos sumamos a ella. Fue la finalidad de la reunión  efectuada con fines organizativos en la casa que el medievalista José Luis Martín tenía en el pueblo salmantino de Zarapicos, y  a la que asistieron, además de los citados, Julio Valdeón, Domingo Sánchez Zurro, Ángel García Sanz, Javier Paniagua y quien esto escribe.  Anoté la fecha: 18 de abril  de 1981,  a cinco días de la celebración de Villalar.  
            Si desde entonces las vicisitudes fueron numerosas, también el resultado que se iba consiguiendo deparaba satisfacciones indudables. Concebida como una sociedad anónima sin ánimo de lucro, mereció el respaldo desinteresadamente ofrecido por una amplísima relación de socios, que llegó a  alcanzar los seis centenares; comprobar la incorporación como autores de algunos de los mejores escritores y especialistas de la región y fuera de ella; observar de qué manera se avanzaba en el conocimiento de la Historia, de la Geografía, de la Historia del Arte, de la Literatura y de cuantos temas  permitían descubrir aspectos que en muchos casos eran inéditos; y no menos gratificante era  también dejar constancia de la recuperación de obras señeras, editadas en facsímil, y testimonio de un admirable legado que se recuperaba con esmero para que no quedase sumido en el olvido. En conjunto, un catálogo de más de 300 títulos forma el acervo transmitido por Ámbito a la cultura, con resonancias que han desbordado los límites regionales y asegurado su proyección a todas las escalas. La concesión en 1988 del Premio Castilla y León de Humanidades,  con Valdeón y Blanco en la dirección, ratificó el reconocimiento y el éxito de una experiencia que no admitía parangón  en el conjunto de las Comunidades Autónomas españolas.
            La crisis sobrevino en 2006. Fue una crisis financiera, asociada a las dificultades inherentes al mundo del libro y a la par debida a la ausencia de horizontes viables, aunque bien es cierto que el panorama de futuro estaba muy condicionado por el modelo de gestión llevado a cabo y por  su crítico balance desde el punto de vista económico. El asesoramiento legal prestado por Juan Barco y Teodoro Primo ayudó muchísimo a afrontar una situación grave en todos los sentidos. Basta remitirse además a las comprobaciones y cálculos efectuados por el concurso voluntario de acreedores, que necesariamente hubo que presentar, y admitido a trámite el 26 de octubre de 2006. Sus datos lo reflejaron inequívocamente, y así constan en los juzgados.  Por fortuna la salida a la catástrofe pudo ser paliada temporalmente merced a la absorción efectuada por Gráficas Simancas, en la que jugó un gran papel el empeño mostrado por Ricardo Sainz para mantener viva la llama de un proyecto editorial tan arraigado. Fue, con todo,  una salida efímera, que pronto se enfrentó a las circunstancias de esa crisis global que tanta mella ha hecho sobre la cultura en general. A la postre, sobrevino el desastre presagiado y el peor de los riesgos: la posible desaparición de un catálogo de publicaciones tan laboriosamente fraguado.
            De ello fui informado en octubre de 2014 por el administrador concursal encargado de gestionar la crisis de Gráficas Simancas, Oscar Nieto, cuya diligencia y eficacia han sido decisivas. De no mediar ofertas dispuestas a hacerse cargo del fondo, sería destruido como papel: eso me dijo en la reunión celebrada el día 2 de ese mes. Y entonces no las había. Era preciso evitar que sucediera. Muchos han sido los pasos, algunos fallidos, dados en ese sentido en los últimos meses.  Lo creí perdido para siempre hasta que la gestión realizada con el alcalde de Villalar de los Comuneros, Luis Alonso Laguna, ha cumplido el objetivo deseado: asume el compromiso de preservar el mantenimiento de  una colección de todos los títulos disponibles como depósito esencial de una Biblioteca sobre Castilla y León, ubicada en la simbólica villa comunera.  Y lo hace una vez efectuado el inventario y llevada a cabo su adquisición por Maximiano San José, propietario de la librería Maxtor de Valladolid, con vistas a su comercialización y como proveedor de la parte que ha de nutrir la dotación con destino a la Biblioteca de Villalar.   


            Zarapicos (Salamanca). En esta casa se celebró la reunión fundacional del proyecto editorial comentado


Con la conciencia de que el legado de Ámbito quedaba, al fin, asegurado, decidí hace unos días viajar a Zarapicos. Deseaba visitar de nuevo la casa de José Luis Martín y observar su estado actual. Mientras me acercaba a ella, la soledad de las calles era absoluta. Ni un alma. Aunque la casa está cerrada, asomarse al porche, invadido por la vegetación, abandonado  y silente,  permitía evocar  aquella tarde de primavera en la que, treinta y cuatro años antes,  un grupo de amigos nos reunimos allí con el convencimiento de acometer una iniciativa cultural que iba a ser beneficiosa para una Comunidad Autónoma en la que todo estaba por construir.