Este texto corresponde a la intervención realizada, por encargo de la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León, con motivo de la presentación del "curriculum" de Ciencias Sociales correspondiente a la Enseñanza Secundaria Obligatoria y Universitaria. Fue pronunciada en el Palacio de los Serrano de la ciudad de Ávila y distribuida posteriormente a los asistentes
El motivo que
nos convoca en este acto posee una indudable trascendencia. No significa sólo
la culminación de un proceso técnico, construido sobre unos cimientos
predeterminados y encaminado formalmente a la configuración del curriculum que
ha de orientar la enseñanza secundaria en Castilla y León y llevado a cabo en
un ambiente proclive a la coordinación de esfuerzos, enfoques y perspectivas,
sino que, ante todo, representa el comienzo
de una nueva etapa, repleta de desafíos y de compromisos, y también entendida
como aquélla en la que es necesario sentar las bases de un sólido proyecto de
futuro al servicio de los intereses, del prestigio y de la formación integral
de los ciudadanos de nuestra Comunidad Autónoma en los niveles educativos de
referencia.
Bastaría para
percatarse de ello traer a colación la
idea de Bertrand Russell cuando señala “todos los pasos que se acometan,
y con conciencia de lo que representan para el futuro, en el campo de la
educación, siempre serán pasos en la dirección adecuada, en la dirección que
lleva a una sociedad a labrar su futuro con la fortaleza que proporcionan las
ideas cuando éstas se muestran sensibles con la realidad a la que han de
servir”. Estas palabras, escritas a mediados del siglo pasado, siguen manteniendo su plena
vigencia, entre otras razones porque, más allá de las modas y de las
innovaciones que progresivamente han ido perfeccionando los métodos aplicados a
la enseñanza, la educación entendida como la transmisión de los saberes a
través de la relación profesor-alumno sigue fiel a los mismos principios y a
idénticas fundamentaciones.
Sin embargo,
es evidente que el ejercicio de la función docente no puede permanecer ajeno a
los numerosos desafíos que implican los cambios en el panorama en el que ha de
ser llevada a cabo. Vivimos una época realmente crucial en este sentido, época
de transformaciones aceleradas en todos los sentidos y desde todas las
perspectivas. Particularmente tres son, en mi opinión, los aspectos que están
influyendo más directamente en la reorientación de la labor educacional: de un
lado, la acumulación de conocimientos, que derivan de los avances en el
desarrollo del saber hasta el punto de que su actualización y asimilación se
convierten en un compromiso permanente para quienes por exigencias
profesionales deben proyectarlos en el proceso formativo; de otro, la irrupción
de las nuevas tecnologías, que han modificado sustancialmente los
procedimientos y los modos de trabajo, facilitando su nivel de eficiencia y su
capacidad de sistematización, al tiempo que ha favorecido una concepción del
mundo mucho más próxima y solidaria; y, por último, no cabe duda que la
globalización, con todas las connotaciones y posibilidades que ello representa,
ha provocado asimismo la aparición de
ideas y de planteamientos, hasta hace poco desconocidos, que ponen al
descubierto las fuertes interdependencias entre las sociedades y la dimensión
planetaria de los fenómenos. Insistir en el significado de estas circunstancias
y de lo que representan en la orientación de las actividades educativas se
convierte en una necesidad incluso cuando se trata de abordar las directrices
que deben tener los principios inspiradores de la educación en ámbitos como el
que ahora nos ocupa.
Tal es el
motivo por el que no ha podido ser entendido de otro modo el compromiso de
llevar a cabo un nuevo diseño y configuración del curriculo de la ESO y del
Bachillerato para los alumnos y alumnas de la Comunidad Autónoma de Castilla y
León. Y aunque es cierto que su
aplicación no está exenta de dificultades y que el logro de los resultados
satisfactorios que se pretenden está
inevitablemente ligado a la motivación del profesorado y a la
disponibilidad de los recursos que lo hagan factible, no hay que ignorar
tampoco que los pilares para que estos fines se conviertan en realidad
operativa y fecunda están plenamente garantizados por los objetivos que lo
inspiran y por los contenidos que específicamente los desarrollan.
En esta
reflexión parece justificado resaltar el papel desempeñado por el conjunto de
materias que conforman el campo de las Humanidades. A nadie se le oculta la
importancia que sin duda poseen estos saberes en la formación integral del
alumnado. No en vano el equilibrio entre la enseñanza científico-técnica y la
de carácter humanístico constituye una de las premisas esenciales cuando se
trata de alcanzar, con criterios rigurosos y efectivos, el desarrollo de la
personalidad del alumno, evitando posturas reduccionistas o simplificadoras que
deriven en una visión carente de esa visión integradora de la realidad que se pretende con la Educación Secundaria,
concebida como una sólida plataforma sobre la que asentar la trayectoria
educativa posterior.
Reconocido,
por tanto, el alcance de la vertiente humanística que impregna el diseño
curricular, se trata de poner en evidencia, y abiertos al espíritu crítico y a
la independencia de criterio que ha de inspirar su aplicación, cuáles han sido
fundamentalmente los principios que han sustentado su formalización o
concreción en la estructura de contenidos finalmente planteada. Y es que, más
allá de las particularidades que cada Area encierra y que explícitamente se
subrayan de manera respectiva, la metodología utilizada nos permite llamar la
atención sobre aquellos puntos o principios rectores que, a modo de hilo
conductor y con una finalidad decididamente articuladora del conjunto, aparecen
presentes en los distintos campos en que se desglosa el complejo y al propio
tiempo coherente campo de las Humanidades. Admitiendo la imposibilidad de
efectuar aquí una enumeración exhaustiva de los planteamientos que sustentan el
diseño curricular desde el punto de vista humanístico, me limitaré a dejar
constancia, a modo de muestra y de forma sucinta, de aquéllos que ejemplifican
el sentido de la iniciativa llevada a cabo:
-
Se ha tratado de lograr una
visión actualizada y coherente de los aspectos que caracterizan y definen la
complejidad del mundo contemporáneo desde las diversas perspectivas del
conocimiento, entendiéndolo como el resultado de las interacciones que se dan
entre la sociedad y el entorno, y al propio tiempo como el reflejo de los
contrastes que derivan de la evolución histórica, de las desigualdades en los
niveles de desarrollo y de los comportamientos culturales.
-
Este conocimiento se apoya a
su vez en el fomento de actitudes centradas en los valores de tolerancia,
solidaridad y respeto a la diferencia, necesarios para comprender la
integración que se produce entre perspectivas complementarias, que se enriquecen mutuamente y que van desde
la escala local, más inmediata, hasta los escenarios que revelan la dimensión y
el impacto de los procesos globalizadores. En este mismo sentido, cobra fuerza
el empeño en afianzar el reconocimiento de los valores inherentes al sistema
democrático y al Estado social de Derecho, como expresión de una perspectiva
ética de los comportamientos que centra su atención en el significado de los
derechos y libertades individuales y en las exigencias del deber moral.
-
Especial interés se asigna
también a la voluntad de estimular el desarrollo de la competencia y capacidad
comunicativa a través del aprovechamiento de
las ventajas de formación que, apoyadas en las inmensas posibilidades
del lenguaje, permitidas por la lengua castellana, las lenguas clásicas y las
lenguas extranjeras, se vinculan con la
realización de tareas de comunicación, indispensables cuando se trata de lograr
una adecuada inserción en un contexto caracterizado por la lógica de la
comunicación abierta y permanente, así como por los retos de la
multiculturalidad, como uno de los grandes desafíos de nuestra época.
-
La formación humanística en
las diferentes áreas que la configuran no se entiende de manera estática sino
enriquecida formalmente mediante el empleo de estrategias de aprendizaje y de
recursos didácticos capaces de facilitar el uso de la información disponible,
de elaborarla y entenderla, con el fin de resolver situaciones de aprendizaje
de forma autónoma y al propio tiempo en equipo.
-
Obviamente, una de las
finalidades primordiales del proyecto curricular ha consistido precisamente en
ampliar el margen de posibilidades que permitan un mejor y más completo
conocimiento de la realidad de Castilla y León y de los aspectos que conforman y dan coherencia a su identidad espacial, socio-económica y
cultural. A ello se llega a través de un planteamiento integrador que los concibe, explica e interpreta dentro
del contexto español y de la compleja estructura europea, de modo que las
singularidades que caracterizan a la Comunidad Autónoma no sean entendidas como
algo excluyente sino como parte de un acervo compartido con los espacios en los
que se integra e indisociable de sus problemas, posibilidades y
tendencias. Creemos que de este
modo, con toda la modestia necesaria
pero también con la debida contundencia, ha quedado puesta en entredicho la
polémica suscitada en torno a la función de las Humanidades – identificada de
hecho con el papel susceptible de ser desempeñado por la Historia- en la
estructura del sistema formativo español.
Pues, lejos de plantearse esta cuestión en un clima de conflicto o de
confrontación, se ratifica con fuerza el argumento de que el conocimiento de
las realidades históricas y espaciales se comprenden y valoran mucho mejor
cuando se abordan al margen de prevalencias, de mixtificaciones o de omisiones
injustificadas.
-
Como no podía ser de otro
modo, se hace especial hincapié en el reconocimiento de la importancia del
patrimonio, en sus múltiples dimensiones – natural, histórico-artística y
literaria – como reflejo de un legado de valor inestimable y merecedor a la vez
de un tratamiento que permita su preservación bajo las premisas de la
sostenibilidad y que sólo puede venir garantizada por la fortaleza que
proporcione a estos fines el conocimiento y la sensibilidad que de él se
deriva. No es el patrimonio el resultado de una memoria inerte, que sobrevive
al paso del tiempo y evoluciona subordinado a la lógica de actuaciones que
minimizan su valor en función de las coyunturas o de apetencias determinadas
por la inmediatez, sino ante todo el baluarte de una personalidad distintiva
que identifica al territorio y le pone en valor con la continuidad que sólo su
debida asimilación por la sociedad puede proporcionar.
Todos estos
principios, explícitamente recogidos, definen, por tanto, las líneas maestras
en función de las cuales se ha planteado y concebido el proceso de aprendizaje de los alumnos y
alumnas de Castilla y León en ese nivel
de tanta trascendencia formativa
como es sin duda la Enseñanza Secundaria Obligatoria y el Bachillerato.
Y es que, como señalaba al principio no se trata de una meta, de un punto de
llegada, sino de un escenario de partida
que a todos compromete y que hay que valorar en su justa dimensión en la medida en que la actividad docente
ejercida en estos niveles ostenta la responsabilidad de contribuir a la
maduración intelectual y cívica en la que sin duda representa la etapa más
decisiva, por razones que nadie ignora, del proceso formativo de un persona en
un panorama de complejidades y de cambios permanentes como el que nos ha tocado
vivir. De ahí que no sea aventurado afirmar que, en la escala en que nos
desenvolvemos, las expectativas de la educación dependen en buena medida del
grado de eficacia y de proyección que las opciones y objetivos aquí previstos
puedan tener. Unos fines que se apoyan en una estructura curricular que, siendo
lógicamente perfectible, ha de estar necesariamente abierta a la reflexión y al
valor añadido que sólo la experiencia puede aportarle. Por eso, aunque habrá de
ser la aplicación de estos contenidos por parte de los docentes la que permita
a la postre evaluar el alcance de sus intenciones y el grado de incidencia
sobre la sociedad, no cabe duda que a priori ofrece un marco de posibilidades
que, críticamente asumidas y debidamente valorizadas, reúnen los requisitos indispensables para contribuir
a la mejora de la educación y lo mucho
que ella representa para el porvenir de nuestra Comunidad Autónoma y al
afianzamiento de su prestigio en los espacios en que se integra.