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El Norte de Castilla, 9 de Junio de 2008
A raíz de la absorción de la Editorial Ámbito por Gráficas Simancas en febrero de 2007, dí a conocer estas reflexiones en la referencia que sobre el tema publicó El Norte de Castilla unos meses después, cuando ya la operación estaba decidida y presagiaba una nueva etapa, que muchos acogimos con optimismo y una alta dosis de esperanza a la vista del empeño que en la nueva empresa ponía Ricardo Sainz Rojo, gerente de Simancas y entusiasta impulsor de la iniciativa
De los múltiples comentarios y consideraciones que se han hecho sobre la crisis de la Editorial Ámbito en los dos últimos años, sólo conservo en el recuerdo las ideas vertidas al respecto por Carlos Blanco en un artículo publicado en EL NORTE DE CASTILLA el 16 de Diciembre de 2006. Habían transcurrido ya casi seis meses desde que el Consejo de Administración decidiera hacer frente a la gravísima situación financiera en que se encontraba la empresa cuando sentimos como un aldabonazo las palabras de Carlos al leer su observación de que “Ámbito agoniza entre la indiferencia de muchos, el dolor de algunos y los odios de quienes fueron durante los últimos 18 años sus dos principales gestores”. Confieso que personalmente esta afirmación, procedente de uno de los periodistas más lúcidos que conozco, me indujo a pensar que la versión que se estaba dando de la crisis, así como la percepción que de ella se tenía por parte de quienes habían vivido de cerca su trayectoria y, a la postre, por el conjunto de la sociedad, corrían el riesgo de quedar definitivamente tergiversadas, como si de un tema personal se tratase y todo el ruido montado no fuera si no la expresión de un despiadado ajuste de cuentas.
Decidí guardar silencio entonces porque en ese momento precisamente se iniciaba una larga y complicada travesía, que habría de prolongarse durante más de año y medio en un entorno enrarecido y, sobre todo, de gran dificultad, dada la variedad de frentes hacia los que orientar un sinfín de iniciativas, orientadas a un objetivo irrenunciable: la preservación de la continuidad del sello editorial de Ámbito, con la finalidad de ser leales a un doble compromiso. De un lado, el mantenido con los 606 socios; de otro, el que nos ha ligado durante veintiséis a la sociedad de Castilla y León, sin perder tampoco la perspectiva de los vínculos mantenidos con la cultura española.
El intento de interpretar la crisis como algo asociado a disputas personales quedó pronto desmentido por la admisión a trámite del “concurso de acreedores”, al que hubo que acudir ante la necesidad de acometer jurídicamente, y sin dilación, el proceso derivado de una situación financiera insostenible, que elevaba la deuda acumulada por encima del medio millón de euros. Ante hecho tan insostenible no hay paliativos ni equívocos que valgan: era simple y llanamente la manifestación dramática de una mala práctica gerencial, que había que reorientar de forma drástica, no sin antes hacer frente a las graves disfunciones en que se encontraba la empresa, tanto desde la perspectiva de su gestión interna como desde la que concierne a su relación con el complejo mercado del libro. Es más, cualquier intento de minimizar la gravedad ulterior de los datos comprobados ante la eventualidad de su neutralización mediante hipotéticos convenios institucionales, que jamás se habían llegado a formalizar y que eran presentados como la panacea virtual de todos los males, no dejaba de ser un desvarío, puesto al descubierto por las evidencias a que conducía el procedimiento llevado a cabo merced a una intervención judicial, tan rigurosa como eficaz, que disipaba toda duda en este sentido.
Ámbito era una empresa sumida en una profunda crisis, cuya supervivencia y autonomía dependían de sí misma y de la capacidad que, para sacarla adelante, pudieran desplegar los administradores que aún seguíamos al pie del cañón. La entrada en la órbita de una institución suponía un riesgo para la independencia del sello editorial, a lo que en modo alguno se estaba dispuesto.
La trayectoria de Ámbito en esta etapa vio jalonada hasta mediados de 2007 por ocho procesos judiciales, todos ellos, incluyendo los recursos, resueltos a favor del Consejo de Administración. Superada esta fase, la elaboración del Plan de Viabilidad se enmarca ya en una etapa de reconducción de la empresa que cristaliza en la aprobación del Convenio por parte de la Junta de Acreedores a finales de Octubre de ese año, lo que supone un avance importantísimo hacia la salida del túnel, merced a la comprensión y generosidad de los acreedores, que, al asumir las condiciones pactadas, dieron muestra palpable de su sensibilidad por lo que Ámbito ha representado y puede seguir representando. Desde entonces los acontecimientos se han sucedido en un clima de recuperación de la confianza, que, al tiempo que alejaba las nieblas anteriores, permitía atisbar un nuevo horizonte, ajustado a parámetros y a estrategias totalmente renovados, pues, con las advertencias recibidas, difícilmente se podía caer ya en los riesgos, en los errores y en las deficiencias de gestión que habían desembocado en una trágica situación que gradualmente iba siendo superada.
No cabe duda que la formalización del compromiso por parte de Ediciones Simancas a la hora de asumir el cumplimiento del Convenio suscrito con los acreedores ha significado la tabla de salvación, quizá impensable si el panorama judicial hubiera sido adverso para el Consejo de Administración. No lo fue y ello estuvo en la base de un restablecimiento de la voluntad de acuerdo entre ambos, esencial para proceder a las reestructuraciones necesarias y a la capitalización que las hiciera posible. Presentada y defendida como la única opción viable, la entrada de Simancas en el accionariado de la empresa de forma mayoritaria no ha sido nunca objeto de rechazo por los socios, que continúan formando parte de la sociedad y que en las dos últimas Juntas de Accionistas han aprobado por abrumadora mayoría la ampliación del capital, la suscripción mayoritaria por parte de Ediciones Simancas y los nombres que han de integrar el nuevo Consejo de Administración.
Se crea así un nuevo escenario, que invita al optimismo, aunque siempre con visto prudencia. Ámbito ha sobrevivido a la catástrofe, pero ha aprendido muy bien la lección. La que le aconseja operar como una editorial eficiente, moderna y competitiva, como única garantía para preservar su lealtad a los principios y a los objetivos que inspiraron su razón de ser, al servicio de la Comunidad Autónoma de Castilla y León y abierta a la colaboración con instituciones y empresas, sin menoscabo de su independencia y pluralidad de enfoques y perspectivas. Precisamente lo que defendía Carlos Blanco.
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