Las tensiones financieras en España han comenzado a suavizarse desde que pisó suelo ibérico el viceprimer ministro de la República Popular China el pasado 5 de enero. Como el auténtico “rey mago” fue recibido en Madrid. Bastantes quebraderos de cabeza ha superado Mr. Obama a raíz del abrazo que le dio Hu Jintao, Secretario General del PCCh y Presidente de la República, en los salones de la Casa Blanca. Ni aquí ni allá se le mencionó el incómodo nombre de Liu Xiaobo, el profesor de literatura a quien no se permitió desplazarse a Oslo para recoger el Premio Nobel de la Paz 2010. Entre tanto, no parece baladí la noticia de que Telefónica, la principal empresa española, tendrá en su Consejo de Administración a un representante del gobierno de la república asiática, mientras los rumores coinciden en aventurar que la privatización, tras la nacionalización temporal, de las Cajas de Ahorros españolas va a ser pieza codiciada por los tiburones financieros que, desde Sanghai o Hong Kong, muestran su interés por tan apetitoso bocado, una vez que, desprovistas definitivamente de su obra social y reflotadas con varios miles de millones de euros del Fondo creado al efecto, pasen a formar parte del entramado financiero que tan poco hace por la solidaridad en el mundo y en los países donde opera.
El paraguas chino aparece por doquier, como una especie de eficaz y potente ungüento taumatúrgico, que despeja horizontes sombríos y alivia de pesadillas, imposibles de resolver de otra manera. ¿Qué está pasando en el mundo? ¿Qué ocurre para tener la sensación de que los manuales de Historia, de Geografía, de Economía, se nos han quedado obsoletos? ¿Hacia dónde vamos, sumidos en un panorama que nos lleva a observar cada vez con mayor claridad que las convicciones y las certezas de siempre han quedado definitivamente arrumbadas?
No hay matices que valgan. Estamos asistiendo al Oxímoron Perfecto. Es como la “tormenta perfecta”, pero en el ámbito de la economía, de la política, del pensamiento y de la sociedad. Todos sabemos qué quiere decir la palabra oxymoron. Es el término más rotundo para expresar lo que significa una contradicción absoluta, una “contradictio in terminis”, que dirían los latinos, o, mejor aún, y para entendernos, el engarce de dos conceptos opuestos en una sola expresión.
Así es. Un país gobernado por el Partido Comunista de la República Popular asume y desempeña un protagonismo esencial en el apuntalamiento del capitalismo puro y duro. Dicho de otra forma, el modelo chino conduce al “Capitalismo Comunista” o al “Comunismo Capitalista”, que para el caso es lo mismo. ¿Son correctas ambas acepciones? Poco importa, la verdad. Bajo un régimen donde las libertades no existen, donde la explotación del trabajo constituye la pauta dominante en materia social, donde las estructuras de representación reivindicativa están prohibidas, donde la competitividad a ultranza, fundamento de su proyeccióncomercial en el mundo, se basa en el escaso peso de los costes salariales, donde no existe escrúpulo alguno para el espionaje industrial, donde la estrategia financiera consiste en la defensa de prácticas especulativas sin control, donde la presencia internacional está concebida, como sucede en África, al servicio de la explotación de los recursos naturales y del control masivo de las mejores tierras sin el mínimo escrúpulo medioambiental…. bien poco tiene de los principios que antaño preconizaban los defensores de las doctrinas de Marx y Lenin en pro de los “parias de la tierra”, de su “famélica legión”. Que nadie espere, en efecto,oír la voz de ese país cuando afloran los problemas y tragedias de nuestro mundo (el hambre, la pobreza, Palestina, el Sahara Occidental, Darfur…).Prima el pragmatismo a toda costa,la defensa irreversible e insolidaria de las posiciones adquiridas, como bien ha señalado Henning Mankell que observa, atónito, desde Mozambique lo que los chinos están haciendo en África.
Cuando Hong-Kong se integró en la China popular, se habló de “dos modelos, un Estado”. Ya no hay dos modelos, sino uno solo: el capitalismo sin paliativos ni matices, mientras en el frontispicio de la Ciudad Prohibida el Gran Timonel observa el transcurso de los días en una de las ciudades más contaminadas del mundo. La dicotomía histórica que marcó la historia del siglo XX desde la Revolución de Octubre ha definitivamente desaparecido. Pero lo importante del proceso es que los comportamientos económicos y sociales esgrimidos por China se están mostrando, a la postre, como los más beneficiosos para el capitalismo global, que funciona sin rubores mientras permanece ajeno a las contrapartidas que históricamente ha conllevado el Estado de Bienestar en contextos democráticos y de libertades (de prensa, de pensamiento, de asociación, de representación) reconocidas.
Un nuevo epígrafe se abre, en fin, en los enfoques interpretativos del mundo en que vivimos. ¿Cómo tipificarlo? Sin duda es una categoría diferente pero muy poderosa y que nos está llevando al silencio frente al “amigo chino”, pues tiempo ha que dejó de tener tanta importancia el “amigo americano”. En esta categoría, la República fundada por Mao Zedong no está sola. Bajo el mismo rótulo hete aquí a la República Popular de Vietnam, que sigue por los mismos derroteros. ¿Ocupará Cuba otro puesto en ese espacio? Por ahí se encaminan las reformas que ha iniciado Raul Castro y que, de seguir adelante, ofrecerán en un par de años un panorama muy diferente al que hasta ahora ha tenido “la isla más hermosa” que se enorgullecía de tener la mejor asistencia sanitaria y educativa de América Latina y que, víctima de sus propias contradicciones, mira hoy a Sanghai y Hanoi como las referencias dignas de ser emuladas. Los contactos entre Cuba y Vietnam, que recoge de vez en cuando la prensa internacional, apuntan en ese sentido.
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