Siempre lograba encontrar la palabra justa para cada cosa. El término adecuado, la expresión correcta, la interpretación precisa. Y lo hacía con humildad, con sencillez, envuelto el argumento en la sonrisa, Esa sonrisa que acompaña siempre al que, seguro de lo que dice, sabe decirlo con convicción y con la sensación también de que en la interpretación de los hechos nada es definitivo, todo es revisable. Jamás hubo petulancia en su palabra, sino profundo sentido de la idea pertinente. Era un científico de la Naturaleza, de la realidad física tal cual su ofrece a la mirada curiosa y vigilante de quien la siente como propia con toda su belleza, sus complejidades y sus desafíos para transmitirlos sagazmente a los que deseen aproximarse a ellos hasta sentir el placer y la satisfactoria sensación de entenderlos. Analista riguroso de los elementos que nos rodea y procuran ese sentimiento de aproximación objetiva al conocimiento siempre formó parte de la esencia intelectual de José Manuel hasta configurar sin duda su capital personal más valioso en ese mundo de comunicaciones en el que supo desenvolverse sabiendo adquirir un reconocimiento y un prestigio que nadie discutía.
Era agradable verle sumergido en sus mapas, en sus cartografías
multicolores, en sus diagramas bien estructurados, en sus dibujos, en sus
interpretaciones coherentes en las que el lenguaje críptico del saber se
entreveraba con el valor de la divulgación. Nunca se dio por vencido ante la
enfermedad ni en él afloraba el desánimo ni la sensación de punto final. Era un
hombre de proyectos siempre abiertos, siempre pendientes, proclive al placer
que el descubrimiento procura en el seno de la amistad y de las complicidades compartidas.
De cuando en
cuando nos reuníamos y daba cuenta de ellos Sin atisbo alguno de desaliento. En
esas conversaciones afloraba la Naturaleza, la hermosura del roquedo, la
magnificencia de los paisajes. Lo mucho
que todavía por quedaba averiguar y dar a conocer. Pero también emergía la
amistad que da paso a la confianza y a los comentarios sobre la vida personal como parte sustantiva de su personalidad
jovial y positiva. Demostrando una sensibilidad
fuera de la común y el alcance de las satisfacciones e inquietudes propia de la vida. S
Así era José Manuel, así
como yo le conocí. Por eso, valorando su
legado y sus mensajes, solo se me ocurre evocar aquellas palabras de Francisco
de Quevedo para afirmar que
“su
cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado”.
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado”.
1 comentario:
Me uno al recuerdo de José Manuel con el entusiasmo y cariño que una amistad de toda la vida puede despertar e el ánimo del amigo incondicional. Nos conocimos en la universidad de Barcelona cuando andábamos él tras sus libros de geología y yo tras los de lengua y literatura... Fue una amistad para siempre: en la tuna, en la coral, en el trabajo, en grupos de teatro, viajando... siempre y en todo seguimos encontrándonos y haciendo juntos.
Un recuerdo entrañable pervive en todos los que lo conocimos y tratamos. Me consta y doy fe de ello.
Abrazo fuere para todo el que se acerque aquí a recordarlo y rendirle homenaje.
Enrique Fontanillo Merino
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