El Norte de Castilla, 27 mayo 2022
En recuerdo y reconocimiento a la calidad personal y a la labor empresarial de Avelino (+ 1995) y José Antolín Toledano (1936-2022)
Los problemas del
momento histórico que estamos viviendo en los inicios de la tercera década del
siglo XXI han desencadenado un conjunto de situaciones críticas que
inevitablemente debe conducir a la reflexión y al debate tanto sobre los factores
que las provocan como sobre las perspectivas que han de orientar el futuro. Si
analizar la cuestión de forma global ayuda a comprender la magnitud de los
desafíos planteados, tiene también sentido descender en el nivel espacial de
referencia para centrar la atención en aquellos escenarios que, en escalas
intermedias, no permanecen, como es obvio, al margen de las tendencias generales.
Las regiones representan - por su condición de "espacio de coherencia" - un marco geográfico idóneo para ejemplificar el alcance de las transformaciones
que en ellas tienen lugar según la capacidad de respuesta que la sociedad y el
territorio afectados puedan ofrecer en este contexto de profunda metamorfosis. Mas
esa capacidad de respuesta no puede residir en el mero voluntarismo. Su
eficacia ha de ir necesariamente asociada al buen gobierno del territorio y a
la solvencia política y técnica de las decisiones, vertebradas de manera coherente,
concebidas a medio y largo plazo y capaces de motivar al conjunto de la
sociedad en torno a un proyecto regional viable y socialmente galvanizador, que
asegure el desarrollo sostenible del espacio bajo su responsabilidad. Mas para
que ello sea posible se precisan dos requisitos fundamentales: de un lado, un
conocimiento riguroso de los problemas existentes, respaldados por el rigor y la
objetividad de los diagnósticos; y, de otro, en la asimilación con fines
prácticos de las ventajas comparativas que el propio espacio encierra y que,
bien gestionadas, constituyen el fundamento de su competitividad socio-territorial
y de su poder de atracción inversora.
Estas consideraciones tratan de apuntalar
una idea que considero pertinente: en la Comunidad de Castilla y León existen potencialidades
suficientes a la hora de fortalecer su posición en el panorama de las regiones
españolas y europeas. No es una tarea sencilla pero tampoco imposible y, desde
luego merece ser asumida con voluntad política, y teniendo en cuenta las posibilidades
permitidas por las pautas de desarrollo sustentadas sobre cuatro pilares
esenciales. Me limitaré a enunciarlos someramente, como propuestas engarzadas en
una secuencia lógica y abiertas al necesario debate clarificador.
En esta urdimbre estratégica cobra
especial importancia, como primer gran objetivo, la voluntad de consolidar a Castilla
y León como región industrialmente innovadora, al amparo de la poderosa infraestructura
de cualificación alcanzada en el campo de la formación y de la investigación
científico-técnica, suficientemente acreditada por numerosos estudios que así
lo avalan, Ha de ser, a mi juicio, el principal baluarte sobre el que cimentar
una estrategia de desarrollo encaminada a la recuperación industrial de la región
tanto en los sectores ya afianzados en su tejido productivo como en el contexto
de las líneas abiertas al amparo de la automatización y la
digitalización de los procesos de fabricación. Es un enfoque coherente con las
pautas del horizonte industrial planteado por la Comisión Europea, empeñada en
“revertir el papel decreciente de la industria en la Unión”, y en orientar en
esta dirección el aprovechamiento del Plan de Recuperación Next Generation, que
ha llevado a plantear esta iniciativa como un desafío asumible por las regiones
como ámbitos prevalentes de una dinámica industrial para la que Castilla y León
ofrece escenarios idóneos de localización en todo el territorio y que a su vez
permitirían evitar el éxodo de jóvenes altamente cualificados.
La capacidad para afrontar reto tan
crucial no es ajena, en segundo lugar, a las posibilidades estratégicas que
presenta la Comunidad como gran espacio de encrucijada en el entrenado de
relaciones ya construidas y con perspectivas notables de intensificación en el
cuadrante noroccidental de la Península Ibérica. El engarce permitido por la red de
comunicaciones de toda índole revalida la “renta de situación” de Castilla y
León como espacio de tránsito obligado en sentido meridiano y Este-Oeste, con
todo lo que ello representa de cara al afianzamiento de sus vínculos con las
áreas portuarias al tiempo que fortalece el nexo, aún infrautilizado, con la
mitad septentrional de Portugal.
El reconocimiento de esta posición
geográficamente privilegiada es indisociable a su vez de los valores
reconocidos al conjunto de la riqueza patrimonial (paisajística e
histórico-artística) inventariada la región de mayor tamaño, y más compleja, de
la Unión Europea. Por más que huelgue insistir en este “pilar”, todas las
observaciones a su favor serán pocas cuando se trata de asumirlo y aprovecharlo
en sintonía con los principios y objetivos rectores de la cultura del
desarrollo respetuoso y sostenible. Y, puesto que nunca se alcanza el nivel
óptimo de tratamiento en esta línea, las cautelas han de ser máximas para que
en modo alguno se debilite o cuestione el elevado umbral de prestigio que
aporta a la Comunidad.
Ahora bien, y como criterio final, las
posibilidades mencionadas sólo pueden ser tales, y, por tanto, cristalizar en
resultados ostensibles, cuando se gestionen bien en el marco de un espacio
regional cohesionado, sabedor de su entidad compartida y consciente de sus posibilidades
como Comunidad Autónoma. Asumido el reconocimiento de su diversidad como un
valor intrínseco y altamente valorizable, es evidente que sus perspectivas de
futuro deben ser incompatibles con una visión fragmentaria de su realidad y de
sus problemas del mismo modo que se verían entorpecidas ante la falta de una
adecuada cultura de la cooperación y del compromiso interinstitucional capaz de
aprovechar en su integridad los valiosos recursos de que dispone.
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