El Mundo-Diario de Valladolid, 29 de Octubre de 1992
Tuvo razón el Sr. Rector de
Ya no se trata, en efecto, de proceder a la puesta en marcha de instituciones de este rango en ámbitos regionales específicos, con fuerte personalidad político-cultural, como sucedió en el caso del País Vasco, o favorecidos por la particular configuración autonómica del Estado, que inevitablemente justificaría a la postre el nacimiento de
De ahí que el reconocimiento de su emancipación suponga algo más que la simple individualización orgánica de unas enseñanzas, de cuya calidad actual no se debe dudar, pero que, efectivamente, han sido hasta ahora subsidiarias de un complejo docente y científico que rebasa con creces los estrictos límites de la nueva sede universitaria. Ello se traduce en la existencia de imbricaciones múltiples, que van desde el diseño de los Planes de Estudio y las interrelaciones del Profesorado, establecidas a través del sistema departamental, hasta los diferentes aspectos relacionados con la infraestructura de medios y personal, que conforman un patrimonio común y cuya disociación no puede hacerse sin tener en cuenta las implicaciones, posiblemente críticas en muchos casos, que de ello puedan derivarse.
Con todo, una vez tomada la decisión, carece de sentido cuestionarla, entre otras razones porque tal actitud sería errónea, vana e inoportuna y porque además tampoco habrían de tener gran peso argumentos esgrimidos en otra dirección frente a los poderosos motivos que, al parecer, subyacen en la justificación político-estratégica de la medida. En , consecuencia, sólo cabe, tal y como están las cosas, aceptar el hecho consumado, congratularse con él, felicitar a sus promotores y desear que la iniciativa esté a la altura de lo que la sociedad burgalesa se merece.
Mas este reconocimiento no impide, admitiendo la indudable trascendencia del tema, suscitar algunas reflexiones de interés, con la vista puesta en el futuro, con una actitud solidaria hacia la nueva experiencia y con el deseo de que nuestro sistema universitario logré los debidos niveles de eficiencia y competitividad. En principio, no parece fuera de lugar dejar, constancia de la sorpresa que supone el hecho de que unos estudios acaben cristalizando en una estructura universitaria independiente sin que las directrices del proceso ni los necesarios y sutiles ajustes que requiere su culminación hayan sido objeto previamente de un análisis riguroso por parte de la institución donde se hallan inmersos. Ya que tanto la gestación de la nueva Universidad como los pormenores que inevitablemente acompañan a su puesta en práctica no han formado parte en ningún momento de los grandes temas -y ciertamente éste lo es- que han galvanizado en los últimos años la atención de
¿Podría haberse hecho de otro modo? Qué duda cabe. Pues no en vano, cuando las Universidades poseen un elevado grado de autonomía y cuando los recursos y los objetivos son compartidos, es correcto pensar que la materializacón de la idea debiera haber estado sustentada en un análisis a fondo del proyecto, acomodándolo a los principios de una lógica universitaria orientada a la racionalización de las decisiones, sobre todo cuando se trata de construir en los plazos adecuados una estructura sólida y con las garantías necesarias.
De ahí que, dejando de lado el factor de oportunidad y al margen de la retórica convencional, no sea ocioso plantearse de qué forma la creación de
Por tanto, y teniendo en cuenta el contexto singular en que se ha desenvuelto el despliegue de la iniciativa y los fuertes condicionamientos y presiones político-localistas que la han inspirado, cualquier intento de renovación y sintonía con los parámetros de una Universidad moderna exige necesariamente la neutralización inmediata de tales servidumbres e hipotecas.
Dicho de otro modo, la operatividad de
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