La primera vez que oí
hablar de Andrzej Dembicz fue en una
conversación mantenida a comienzos de los años noventa con Miguel Panadero Moya,
Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Castilla- La Mancha con
ocasión de un encuentro en Madrid sobre cuestiones relacionadas con América
Latina. Sus comentarios crearon en mí la curiosidad de
conocer más a fondo la personalidad de un colega polaco que había dedicado su
vida profesional al conocimiento y estudio de la realidad latinoamericana en un
país que por entonces estaba abriéndose a nuevos horizontes políticos y
culturales y cuya transición a la democracia no dejaba de suscitar también gran
interés. Ambas motivaciones me
llevaron a asistir en Varsovia, en el verano de 1995, a una reunión del Centro
de Estudios Latinoamericanos, convocada por el propio Dembicz, y que por vez
primera me permitió conocer aspectos esenciales de Polonia que siempre
identificaré con la figura y la
personalidad de Andrzej, así como las gratas experiencias vividas a su lado.
Desde entonces mantuve con él una relación muy cordial que, tanto humana como
profesionalmente, me deparó numerosas satisfacciones. Tantas
como las que pueda proporcionar una personalidad que hizo de la Geografía una
preocupación intelectual permanente, enriquecida con el compromiso que al
tiempo le llevaría a la defensa de la libertad en su país y al impulso de las
investigaciones sobre América Latina con un balance muy meritorio y aportaciones valiosas, coherentes con una
trayectoria académica y científica digna de ser resaltada.
Nació en un momento especialmente crítico de la
historia polaca: el 3 de julio de 1939 en la ciudad de Kowel, actualmente en la
República de Ucrania. En 1963 recibiría el título de Maestro en Geografía en el
Instituto de Geografía de la Universidad de Varsovia, actualmente Facultad de
Geografía y Estudios Regionales, para alcanzar el grado de Doctor en 1973 y
acceder en 1984 a la Cátedra de Geografía de dicha Universidad. La labor
realizada en esa Institución ha sido realmente ecomiable. En ella desempeñó la
Dirección del Departamento de Estudios
Regionales sobre América Latina (1988-1991) y la del Instituto de las Américas
y Europa (2002-2007), que compatibilizó con la responsabilidad máxima del Centro de Estudios Latinoamericanos (CESLA
UV), desde el momento de su creación en 1988. Mas uno de sus mayores orgullos
lo tuvo cuando ocupó entre 2001-2007 la Presidencia del Consejo Europeo de Investigaciones
Sociales de América Latina (CEISAL), mientras ejerció un protagonismo clave en
la organización y promoción de los Congresos Internacionales de Americanistas,
entre ellos el celebrado en Varsovia en 2000,
y que recuerdo especialmente por el nivel intelectual y la hospitalidad
con que fue realizado. Esta dedicación a las investigaciones sobre América
Latina representa una constante en su vida y en el despliegue de su labor
intelectual, que ofrece manifestaciones explícitas en sus responsabilidades
como director de Revistas científicas, de merecido reconocimiento en el ámbito
de esta línea de trabajo. No en vano a Dembicz se debe la proyección de tres
importantes publicaciones periódicas: Actas Latinoamericanas de Varsovia
(1984-1995), Ameryka Lacinska (1994-2002) y la Revista del CESLA desde 2000.
Esta
orientación científica, claramente centrada en la temática latinoamericana, no
puede entenderse al margen de una vinculación intelectual muy estrecha con el conocimiento
de las realidades territoriales en las que centró sus preocupaciones
científicas desde los inicios de su carrera profesional. El punto de partida habría que encontrarlo en
los trabajos realizados a mediados de los sesenta, como becario del gobierno
cubano, sobre Cuba y el Caribe, que posteriormente ampliaría a México y a
diversos países de la América meridional. Los principales proyectos llevados a cabo a lo largo de su
vida dan fiel testimonio de una especialización bien definida en torno a cuatro
líneas de investigación preeminentes, en las que lograría relevantes
aportaciones: el análisis de los sistemas de producción y organización de las
actividades agrarias en el ámbito tropical; la interpretación de las
transformaciones sociales en el contexto de los cambios ocurridos en las
actividades económicas y en los procesos de reestructuración territorial
asociados a ellas; la valoración del significado de los procesos de integración
económica acometidos en el continente, como expresión de una voluntad política
sustentada en la necesidad de fortalecer
la articulación de los mercados; y, de forma llamativamente pionera, la
explicación de los vínculos interculturales – definido por él como “Diálogo
Interregional”- construidos entre América Latina y la Europa Centro-Oriental,
lo que, a la postre, hizo de Dembicz un precursor de las iniciativas que en ese
sector de Europa supieron comprender la importancia de Latinoamérica como
objeto de ininterrumpida preocupación cultural y científica. El balance ofrecido
por su obra no le va a la zaga. Trescientos títulos en su bibliografía dan
buena idea del formidable esfuerzo efectuado, entre los que destacan un total
de 49 libros, bien como autor o editor, y doscientos artículos científicos,
cincuenta de ellos en revistas extranjeras.
Las relaciones con el
mundo trasatlántico le abrieron a un amplio abanico de experiencias tanto de
trabajos de campo, efectuados periódicamente en una docena de países, como de
activa colaboración profesional. Así, tras iniciar su experiencia en este
sentido como Profesor visitante en la Academia de Ciencias de Cuba y en la
Universidad de la Habana en 1969, desempeñaría funciones similares en México
(Universidad Autónoma del Estado de México y en la UNAM), en Argentina
(Universidad Nacional del Comahue) y en Brasil (Pontificia Universidade
Católica de Săo Paulo y Universidade do
Estado do Rio de Janeiro). Estos vínculos académicos cristalizaron al tiempo en
reconocimientos que no hacían sino avalar su prestigio humano y profesional. En
1977 fue condecorado en Cuba con la Medalla del XX Aniversario, recibiendo en
1985 el Doctorado Honoris Causa por la
Universidad Autónoma del Estado de México en Toluca. Años después en
Perú, donde figuraba desde 1970 como Miembro
Correspondiente de la Sociedad Geográfica de Lima, se le otorgó la Orden
del Mérito de la República, mientras en Brasil le fue impuesta la Orden Cruzeiro do Sul en 2002, recibiendo
un año después la Medalla de la
Universidad de Chile. Méritos de los que, en fin, también se haría acreedor en la Europa del Este,
al serle otorgadas la Medalla de la Universidad Económica de Bratislava (2000)
y la Cruz de
Caballero de la Orden del Renacimiento de Polonia (2004).
En
medio de ese panorama de trabajo incesante, tuvo en septiembre de 2001 la
oportunidad de acercarse a Valladolid, donde actuó como ponente invitado en el
VI Congreso de Geografía de América Latina, que tuvo lugar en esta ciudad y en
Tordesillas. Acompañado de su esposa, compartió con nosotros momentos muy
agradables, mientras descubría lo mucho que encierran estas tierras que no
habia recorrido hasta entonces. Quedó impresionado en la visita que hicimos al
Archivo General de Simancas, de cuya importancia en la historia americana tenía
noticia cabal. Me confesó sentirse emocionado mientras recorría sus
impresionantes salas. “Nunca pensé que iba a estar aquí”, me señaló en
voz baja. Es una de las grandes satisfacciones que le deparó uno de sus últimos
viajes a España, y que había prometido repetir cuando tuviera ocasión.
Desgraciadamente, no ha ocurrido. Por eso, cuando me informaron sus colegas
eslovacos de que había fallecido en Varsovia el 29 de noviembre de 2009 tuve,
aparte del dolor personal, la sensación de que la Geografía - en particular, la
dedicada al conocimiento de la realidad latinoamericana - había sufrido una grave e irreparable
pérdida.
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