Este texto corresponde a la intervención realizada como presentación de las Jornadas sobre Marginalidad y Espacio Urbano, que tuvieron lugar en Valladolid entre el 28 y el 30 de abril de 2015
Después de muchos avatares y
algunos contratiempos conseguimos finalmente celebrar las Jornadas que a
finales del año pasado Igor Robaina y yo acordamos llevar a cabo como parte de
las actividades de proyección del Departamento de Geografía – en esta ocasión
del Grupo de Investigación Reconocido CITERIOR, Ciudad y Territorio – y también relacionadas con la línea de
investigación que ha llevado a Robaina a efectuar durante unos meses su
estancia en nuestra Universidad como Becario Erasmus Mundus Babel. Cuando me
planteó esta iniciativa consideré que se trataba de una oportunidad que no
deberíamos desaprovechar.
Y por una razón que me sigue
pareciendo pertinente. Vivimos una época en la que quizá se está acentuando con
perfiles dramáticos y preocupantes la crisis que ha afectado al conjunto de las Ciencias Sociales desde la última década
del siglo XX. La globalización ha
supuesto un cambio de enfoque en el análisis y la interpretación de los
fenómenos que Se ha hablado del fin de la Historia, del fin de los territorios,
de la necesidad de asumir un modelo de gestión delos recursos, de organización
del trabajo y de utilización del espacio sujeto a reglas que inexorablemente
preconizan la eficiencia a costa de la equidad, la explotación intensa frente a
la preservación, la rentabilidad a corto plazo frente a la perspectiva de
futuro, la aceptación resignada frente a la actitud de denuncia. Los discursos
orientados en esta dirección han sido abrumadores hasta el punto de que han
eclipsado o difuminado los enfoques alternativos o pretendidamente alternativos. Prevalece una tendencia a la banalización del
pensamiento, sumido en esa especie de actitud evasiva que emana de la
aceptación acrítica de los hechos más problemáticos o se decanta hacia la
indiferencia, pensado que quizá lo que no se ve no existe o carece de
relevancia. Pero tampoco hay que minimizar el peso de las aportaciones que
autorizadamente han dado buena cuenta de los efectos provocados por la crisis.
Particular atención ha merecido el análisis de los factores generadores de desigualdades
y sus manifestaciones. El año pasado adquirió gran resonancia la obra de Joseph
Stiglitz – El precio de la desigualdad – y recientemente los medios de
comunicación se han hecho eco del rigor utilizado por Thomas Pikketty con su
excelente obra El capital en el siglo XXI, que ha suscitado un gran debate a ambos lados del Atlántico. En ambos
casos las investigaciones en la desigualdad en la distribución de la renta y de
la riqueza.
Sin embargo, es evidente que la
desigualdad y todas las manifestaciones asociadas a ella, como son la pobreza,
la miseria, la marginalidad, la exclusión, son fenómenos espaciales que
conciernen de lleno al campo de reflexión y de preocupación intelectual de los
geógrafos. No son temas antitéticos con los que ocupan nuestra atención cuando
estudiamos las dinámicas territoriales, los procesos innovadores o la
configuración de los paisajes. Integrar la variedad de perspectivas temáticas
que confluyen en la Geografía como ciencia del conocimiento e interpretación
del territorio no sólo se justifica por la interdependencia que se producen en
el comportamiento de la realidad espacial sino que al tiempo constituye una
necesidad en la medida en que la sociedad así lo exige y plantea. El compromiso
social es inherente al quehacer del geógrafo si éste desea estar a la altura
del momento histórico que le ha tocado vivir. Desde esta perspectiva conceptos
como el de justicia espacial, equidad, solidaridad, cooperación, participación
cobran fuerza también como desafíos metodológicos, a sabiendas de que las
herramientas técnicas – cuantitativas y cualitativas – que manejan los
geógrafos le permiten abordar la dimensión aplicada de estos conceptos y
categorías con la solvencia necesaria.
La Geografía será comprendida y
valorada mientras sea capaz de mostrar sensibilidad, atención y compromiso con los
problemas de nuestro tiempo, cuando ante situaciones críticas alce la voz para
advertir que existen, para analizar los factores que las provocan y para
aportar soluciones que hagan posible mitigar su gravedad o superarlas con las
garantías necesarias. El espacio es una realidad compleja, en permanente
transformación y sujeta a impactos que tienden a provocar tensión e
inestabilidad. Del grado de inteligencia con el que la Geografía sea capaz de
abordar esta tendencia y de saberla acreditar al tiempo ante la sociedad va a
depender su propia supervivencia.
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