17 de agosto de 2009
Después del incendio
24 de julio de 2009
La mirada que pervive
El Norte de Castilla, 24 de Julio de 2009
Todas las fotografías son irrepetibles. Cada una representa la imagen obtenida en un instante que nunca volverá a ser igual. Son documentos específicos que evidencian la elección de un momento con la finalidad de que perdure en la memoria y reproduzca para quien los realiza y quienes los contemplan las sensaciones que motivaron su registro para siempre. Ahí reside precisamente el valor de esas representaciones que nos llevan a acudir a ellas cuando deseamos dar perennidad al recuerdo y preservar los matices que, en ausencia de la prueba gráfica, corren el riesgo de quedar desleídos en la simple evocación.
La fotografía es una construcción cultural, concebida para descifrar, desde la perspectiva de quien la realiza, los matices de una escena que, una vez fijada en la imagen, se abre a toda suerte de interpretaciones. De ahí la capacidad que posee la buena fotografía para vencer su estatismo formal, su rigidez aparente, y ofrecerse como un panorama de referencias visuales susceptibles de cobrar dinamismo, vida y expresividad cambiante en función de las reacciones adoptadas por cuantos las miran, analizan o simplemente se deleitan con su contemplación. Walter Benjamín ya nos advirtió en su excelente Pequeña historia de la fotografía de la capacidad de esa forma de expresión para transmitir sensaciones invisibles al ojo corriente.
Cuando el intelectual comprometido con su sociedad y con su tiempo emprende la tarea de captar con la cámara cuanto sucede a su alrededor logra en ocasiones brindar muestras de un talento que el paso del tiempo no ha hecho sino corroborar. Si ya tuvimos no hace mucho en España la oportunidad de apreciarlo en la exposición de las imágenes recogidas por Ryszard Kapuscinski en África, muy recomendable es apreciar la sensibilidad desplegada por Émile Zola a través de las fotografías que revelan una afición para muchos desconocida y que ahora es dada a conocer en una exposición sencilla y al tiempo clarificadora de hacia dónde se encauzaba la sensibilidad estética del ilustre escritor francés, que tanto hizo por la causa de la libertad y de los derechos humanos.
El intelectual que supo interpretar como pocos la realidad de su época convulsa tuvo la coherencia de hacer suyas las posibilidades aún en ciernes de una asombrosa herramienta de expresión, que le permitió, a través de la fotografía, sintonizar con las ideas impresionistas que marcaron con letras de oro un episodio excepcional en la historia de la pintura europea. No hay que buscar en la muestra grandes escenarios en el despliegue de esta sensibilidad. Basta con ser testigo de lo que representa lo inmediato, lo que se tiene cerca, lo que cambia en el entorno, lo que se renueva y permanece, para dejar constancia de una realidad que acaba trascendiendo al autor para convertirse en una obra de arte imperecedera. La que deriva del compromiso consciente con el momento histórico que le ha tocado vivir y que no podía quedar relegado a la desmemoria.
15 de julio de 2009
El sorprendente blindaje de la lengua catalana
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17 de junio de 2009
¿Nos hace la globalización más vulnerables?
El Norte de Castilla, 17 de Junio de 2009
El mundo se ha hecho más pequeño y nosotros hemos agrandado nuestra perspectiva respecto a él. Conseguimos entender la distancia como una variable superada, que en poco condiciona la movilidad a gran escala mientras se afianza en nuestra mente la sensación de que nada de lo que ocurre más allá de nuestras fronteras nos es ajeno. Viajamos a largas distancias y, en apenas unas horas de viaje, lugares geográficamente remotos nos pueden ser tan familiares como las referencias espaciales que habitualmente nos resultan más afines. A medida que esto sucede aumenta en nosotros la sensación de que, controlando la percepción del espacio, los problemas que le aquejan, dada la simultaneidad del tiempo, nos pueden llegar a afectar de una u otra manera sin que podamos evitarlo. Nos hemos hecho inmunes a la distancia. La vecindad en el reconocimiento de los problemas se ha acabado imponiendo sobre la lejanía con que puedan tener lugar. Mc Luhan lo denominó la “aldea global”. Más propiamente cabría entenderlos como expresión del universo de lo inmediato.
Ahora bien, si las posturas ideológicas de cada cual relativizan la sensibilidad mostrada hacia la gravedad de la situación en que se encuentran los más desfavorecidos, generando solidaridades o indiferencias en quienes las sienten como parte o no de su percepción del mundo que les rodea, apenas hay matices entre unos y otros cuando nos damos cuenta de que situaciones críticas distantes en el espacio, que no distintas en la realidad, nos pueden hacer mella en un tiempo que somos incapaces de controlar de antemano. Lo mismo en Nueva York que en Madrid o en Yakarta las reacciones convergen ante un panorama de tragedias, amenazas o incertidumbres.
El impresionante caudal de información de que se dispone ayuda a que eso ocurra. La información es instantánea y, cuando transmite problemas y riesgos globales, lo hace con toda contundencia y con un efecto in crescendo, que no cesa de aumentar la magnitud del hecho hasta hacerlo tan agobiante como insoslayable. La propia noción de catástrofe se ha ido modificando al compás no tanto de sus manifestaciones más traumáticas como de la toma de conciencia de que los factores que las pueden provocar se escapan a los mecanismos habituales de control, lo que lleva a tener la sensación de que, aun no existiendo objetivamente los factores naturales que pudieran ocasionarlas, no se descarta la posibilidad de que ello pudiera ocurrir, al amparo de la visión de proximidad que aporta el conocimiento del hecho con independencia de donde suceda. ç
Hace unos meses la prensa estadounidense se ha hecho eco, algo sorprendente hasta ahora, de la conmoción provocada en la sociedad norteamericana por el terremoto que afectó al centro de Italia, con imágenes sobrecogedoras que han contribuido a la idea de que en Europa también puede suceder tragedias de efectos devastadores. Tragedias de las que tampoco se han visto liberados los Estados Unidos, donde las imágenes de
Y, dentro de las catástrofes, hay tres que con especial acuidad pueden llegar a desestabilizar, ya lo están haciendo, objetiva y subjetivamente, nuestras vidas. Ocurre con las manifestaciones asociadas, directa o indirectamente, a los siniestros de carácter climático en la idea de que pudieran deriva del calentamiento de
La globalización y sus secuelas nos han aportado muchas cosas, contradictorias entre sí pero ineludibles en un contexto de mundialización económica e informativa imposible de neutralizar. Mas de lo que no cabe duda es que, en cuanto a la percepción que tenemos del peligro, nos coloca en una posición de gran fragilidad, posiblemente exagerada y no tanto porque a veces podamos desconfiar de los medios capaces de neutralizarlo como por el hecho de que nuestra capacidad psicológica de resistencia se ha ido debilitando a medida que se afianza el convencimiento de que lo que pasa lejos puede ocurrir también cerca, en nuestro entorno más próximo, en cualquier momento y sin que podamos evitarlo.
15 de mayo de 2009
EL TERRITORIO NO SE MERECE ESTO
"E l territorio es un bien no renovable, esencial y limitado. La sociedad encuentra en él soporte o sustento material a sus necesidades, así como referente de su identidad y cultura. Las características naturales de cada territorio y las pervivencias en él de trazos y formas que provienen del pasado le confieren singularidad y valores de diversidad. Por ello, el territorio debe ser entendido como recurso, pero también como cultura, historia, memoria colectiva, referente identitario, bien público, espacio de solidaridad y legado. La nueva cultura del territorio debe tener como primera preocupación encontrar la forma para que, en cada lugar, la colectividad pueda disfrutar de los recursos del territorio y preservar sus valores para las generaciones presentes y venideras».
Con esta reflexión comienza el Manifiesto por una Nueva Cultura del Territorio que un grupo de profesionales relacionados con el tema (geógrafos, arquitectos, ingenieros y sociólogos fundamentalmente) suscribimos en Mayo del 2006 con el fin de llamar la atención sobre la gravedad de los impactos que estaban teniendo lugar en España como consecuencia de actuaciones que lesionaban la calidad del territorio, daban origen a procesos de transformación contradictorios con las características del entorno y alteraban de manera irreversible la personalidad distintiva de los paisajes.
2 de mayo de 2009
AL RECLAMO DE LOS LIBROS
Un año más, cuando llega la primavera, y con ella la Feria que lo proyecta en el espacio público, erigimos al libro como factor de celebración, como punto de encuentro de los ciudadanos que se dan cita en torno a la capacidad de convocatoria de la obra impresa y encuadernada. Quizá se hace como demostración de ese empeño que las sociedades humanas han tenido de encontrar en ella la prueba de su perennidad en el tiempo, su mecanismo de supervivencia frente al olvido. El libro nos sobrevive, ya que, como afirmó Emilio Lledó, «es el recinto de la memoria», un producto de posibilidades asombrosas que día a día nos recuerda hasta qué punto somos deudores de quienes con su talento y su esfuerzo plasman negro sobre blanco el resultado de su creatividad.
30 de abril de 2009
URBANISMO ABUSIVO E INDIFERENCIA PÚBLICA
A penas una lacónica nota de prensa ha dado cuenta del informe recientemente aprobado por el Parlamento Europeo sobre «el impacto de la urbanización extensiva en España en los derechos individuales de los ciudadanos europeos, el medio ambiente y la aplicación del Derecho comunitario». La referencia ha sido fugaz y, como suele suceder con las noticias incómodas o que no se consideran sustanciales, pronto anulada por la vorágine informativa que obliga a mirar en otras direcciones.
Tal es la lógica que ha regido para la mayoría de los ciudadanos el crecimiento urbanístico en España ante la permisividad de quienes tenían el deber de controlarlo. Algún día habrá que inventariar los casos de corrupción que en nuestro país se han fraguado en torno a la construcción inmobiliaria. Mucho me temo que no se haga, pues, si se hace, el escándalo superaría las previsiones más pesimistas. Hay que ser beligerante con este tema porque creo que, más allá de la corrupción que pueda emponzoñar la imagen de los implicados en las malas prácticas urbanísticas, en el fondo acaba minando los cimientos morales de la sociedad, adultera su jerarquía de valores, enaltece la primacía del desaprensivo y supone una perversión de la democracia cuando se respaldan electoralmente comportamientos delictivos, que lo entienden como una demostración de su impunidad ante la ley.
23 de abril de 2009
VILLALAR: ¿EVOCACIÓN U OPORTUNIDAD?
Con todo, no cabe duda que Castilla y León ha avanzado al compás de los propios cambios ocurridos en el panorama español y en sintonía con los que a la par la han favorecido como región amparada en el flujo proveniente de los Fondos europeos, que le han llevado a abandonar el rango de las regiones asistidas para figurar en el de aquellas encaminadas a la valorización de sus potencialidades mediante el adecuado aprovechamiento de sus capacidades innovadoras. Así entendido, podemos llegar a la conclusión de que en el balance entre avances y estancamientos o retrocesos el saldo aparente no es tan negativo como a veces podría pensarse, ya que todas las regiones españolas, y con evidentes matices, han conseguido en los últimos veinte años efectuar ese tránsito que cabría denominar de espectacular, aunque en el camino hayan surgido costes e impactos que no están aún suficientemente valorados y que algún día saldrán a la luz.
3 de abril de 2009
EVIDENCIAS Y RECTIFICACIONES
El Norte de Castilla, 3 de Abril de 2009
Es probable que la profunda crisis en la que está sumida la economía contemporánea obligue a revisar muchos de los argumentos que en los años de expansión y bonanza eran casi axiomáticos. Durante mucho tiempo ha dado la impresión de que el modelo estaba consolidado, merced a unas tasas de crecimiento más que satisfactorias, una tendencia del empleo al alza, una capacidad adquisitiva que, contemplada como estable y duradera, permitía acometer consumos de gran envergadura, soportados por endeudamientos atendibles sin riesgos aparentes. El mismo concepto de globalización fue entendido más como garantía que como cautela, convencidos de que la movilidad a gran escala del capital siempre sería beneficiosa para el funcionamiento de un sistema, que encontraba precisamente en la ausencia de fronteras la razón en la que se amparaban las previsiones hacia una distribución generalizada de la riqueza. Ante un escenario tan confortable, todo abundaba a favor de la puesta en entredicho de cualquier mecanismo operativo de control y vigilancia.
De esa misma postura participó España a lo largo de la última década. No hay que hacer excesivo esfuerzo de memoria para darse cuenta de que apenas se habló de economía en aquella larga etapa. La inercia del crecimiento enmascaró la debilidad de los cimientos sobre los que se sustentaba, sin importar mucho los efectos producidos, los enormes costos ambientales e incluso las corrupciones y denuncias que eran archiconocidas antes de que la justicia comenzase a intervenir. El debate político fue muy pobre, crispado en exceso y centrado a menudo en cuestiones que antepusieron la confrontación al acuerdo, creando fracturas que aún no se han superado. De pronto, y aunque ya existían señales de alarma que apuntaban a la finalización de la etapa expansiva, sobrevino la crisis con manifestaciones que tardaron mucho tiempo en ser reconocidas en toda su gravedad.
La magnitud del problema, y las derivaciones que está presentando, evidencian muchas insuficiencias, que conviene destacar. Revela falta de visión anticipatoria y prospectiva, capaz de detectar las limitaciones de un modelo de crecimiento insostenible. Acusa, por otro lado, la ausencia de mecanismos para acometer soluciones con visos de efectividad a medio y largo plazo. Pone al descubierto carencias muy serias desde el punto de vista estratégico, por lo que respecta a la solidez de la política industrial y el fortalecimiento de una vigorosa cultura empresarial. Y es contundente, en fin, a la hora de destacar las dificultades a que el país se enfrenta cuando se trata de abordar los problemas de esta dimensión sobre la base de compromisos asumidos por las organizaciones, a la par que se detecta una posición débil o, en todo caso, menos fuerte de lo que se creía en ese escenario internacional en el que sólo priman quienes poseen peso específico en la toma de decisiones de gran alcance.
Cada una de estas evidencias requeriría un tratamiento pormenorizado, que aquí resulta imposible. Pero sí destacaré, de entre ellas, dos ideas que considero pertinentes. La primera tiene que ver con la necesidad de redefinir el modelo estratégico que España necesita para lograr salir de la crisis. No es, desde luego, tarea fácil ni seguramente cómoda, pero algo, y muy importante, hay que hacer si se desea pasar de las terapias puntuales y de corto horizonte a iniciativas con visos de perdurabilidad. Por más que las medidas adoptadas a escala mundial deban ser tenidas en cuenta, es obvio que las de carácter nacional resultan trascendentales.
En realidad, bastaría centrar este modelo en una visión primordial, esto es, la que prima la incentivación de una cultura empresarial, tan alejada de la consideración laudatoria que han merecido carreras meteóricas basadas en la especulación y el enriquecimiento fácil como proclive a la defensa de las que, en cambio, se decantan a favor del sentido del riesgo, de la innovación, de la mejora de la productividad y de la capacidad competitiva del país. en la línea que abunda a favor de un "capitalismo de los empresarios" frente a un "capitalismo de los especuladores." Una cultura empresarial que evite disfunciones como la de ser una gran potencia en la fabricación de automóviles cuya capacidad estratégica de futuro se encuentra condicionada al no disponer de patentes de vehículos propios o la de ver cómo se pierde poder de decisión ante la deriva en que se han visto inmersos importantes proyectos empresariales tras su privatización, de lo que es ejemplo la lamentable trayectoria seguida por ENDESA, por no hablar de las ventajas que hubiera supuesto en circunstancias críticas la disponibilidad de una sólida banca pública, que ahora tanto se echa de menos.
Y, por otro lado, no es escasa la relevancia que se ha de otorgar al restablecimiento de la confianza institucional. En una estructura de poder fuertemente descentralizada la toma de decisiones anticrisis obliga necesariamente al fortalecimiento de directrices apoyadas en el acuerdo y en la negociación. Si importante es el diálogo social, la cuestión clave remite al engarce que en situación cercana a la emergencia pudiera fraguarse entre el Gobierno central y los de las Comunidades Autónomas. No sorprende, por tanto, que muchos ciudadanos se pregunten, asombrados, cómo es posible que a estas alturas no haya tenido lugar, al máximo nivel, ningún encuentro o debate planteado en este sentido entre ambos niveles de la administración pública, implicando al tiempo a los Ayuntamientos, con el fin de interpretar la gravedad de los problemas, efectuar un diagnóstico riguroso al respecto y asumir responsabilidades compartidas frente a riesgos y desafíos que a todos conciernen sin excepción, dada su relevancia como problema de Estado y habida cuenta de que es precisamente a esta escala como se están abordando los problemas en los principales países de nuestro entorno.
10 de febrero de 2009
EXPERIENCIA UNIVERSITARIA Y PERCEPCIÓN DEL TIEMPO
El Norte de Castilla, 10 de Febrero de 2009
Nunca había asistido a un encuentro como ese. Se trató de un acto multitudinario, complaciente, destinado a una finalidad que personalmente se agradece: el reconocimiento por parte de
¿Qué otra cosa podría hacerse si de manera inevitable todos somos dueños de nuestras palabras y de nuestros silencios?. No se valoran los méritos específicos, que otros instrumentos de consideración estiman, sino algo tan fundamental como es la veteranía en el ejercicio de una tarea que, con sus luces y sus sombras, forma parte indisociable de nuestra personalidad. Pero, sobre todo, la asistencia a un acto de ese tipo, donde en los rostros se aprecia algo más que la impronta de la madurez, aporta la vivencia que da fehaciente idea de la envergadura del tiempo transcurrido. Una vivencia que sólo se tiene cuando, como diría Machado, “al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.
Y es que la idea del tiempo cambia con la edad. La ansiedad de asirlo cuando nos resulta demasiado fugaz y acelerado provoca la sensación de que ya no se controla el paso de los días como cuando en la infancia o en la juventud percibíamos que todo transcurría mucho más despacio. Cuando ahora miramos a nuestra espalda somos conscientes de que en el camino hemos dejado muchas huellas que son ya simplemente el pasado. Para bien o para mal son las que marcan nuestro paso por la vida, nos revelan en el recuerdo lo que hemos hecho o dejado de hacer, las decisiones correctas, los errores cometidos, las esperanzas frustradas, las satisfacciones ganadas a pulso o por el azar. Las amistades, las complicidades, los desencuentros, las decepciones. Nada extraño: son las cosas que habitualmente pasan en la trayectoria de una sociedad.
Todo un balance de experiencias se acumula en la memoria, que ésta trata de seleccionar distinguiendo claramente entre lo que merece ser recordado y lo que, por irrelevante o banal, ha de quedar relegado al olvido. Cuando nos situamos en una etapa en la que los recuerdos priman sobre el proyecto que nos queda por delante, tendemos a pensar que, en efecto, “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar”, como escribió para siempre el gran poeta de Paredes de Nava, al que el profesor Valentín Conde, en una excelente intervención, nos recordó, entre otras interesantes reflexiones, como advertencia.
Nos vemos situados en medio de la corriente que circula sin parar, que no se puede detener, con rumbo inexorable… con viento a la espalda, y con brisa apaciguada en el rostro. Es “el río que nos lleva”, evocando aquella excelente novela de mi admirado José Luis Sampedro, ejemplo de senectud bien llevada. No necesitamos remos porque la nave aprovecha el flujo inducido por la pendiente. Pero, ay, es entonces, al darnos cuenta de que las cosas tienden en esa dirección cuando debemos enfrentarnos al horizonte de la vida que resta y contemplarlo con audacia y con la visión de que el tiempo sigue existiendo y abierto a nuevas oportunidades, que en buena parte de los casos quizá permanecen aún inéditas. Me viene a la memoria la frase que mi colega y buen amigo Lluis Cassasas i Simó, geógrafo eminente de
Una inquietud que Manuel Vicent ha sabido reflejar muy bien al escribir hace poco que “no existe otro remedio conocido para que el tiempo discurra muy despacio sin resbalar sobre la memoria que vivir a cualquier edad pasiones nuevas, experiencias excitantes, cambios imprevistos en la rutina diaria. Lo mejor que uno puede desear son felices sobresaltos, maravillosas alarmas, sueños imposibles, deseos inconfesables, venenos no del todo mortales y cualquier embrollo imaginario en noches suaves, de forma que la costumbre no te someta a una vida anodina. Que te pasen cosas distintas, como cuando uno era niño”. Toda una lección de advertencias saludables y pertinentes con la mirada puesta en el futuro cuando lo que prevalece en el pensamiento es la consistencia del pasado que fue.